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Terremoto y el estrés post traumático
Terremoto y el estrés post traumático
Por: Jorge Mosquera P.

Domingo 01 Mayo 2016 | 04:00

Desde el punto de vista psicológico escribo este artículo para describir lo que se está viviendo en mi amada ciudad, sin dejar de lado a toda la provincia de Manabí que en su gran mayoría se encuentra afectada.

En días recientes caminé por lo que algún día fue el corazón de Portoviejo, en la zona comercial, y solo me quedan recuerdos evocados en mi memoria de lo que fue el motor económico de la ciudad, donde todo este dinamismo, producto de la actividad comercial, ha desaparecido. 
Actualmente el centro de Portoviejo se asimila a un pueblo fantasma. 
El ser voluntario me dio la oportunidad de conocer la tragedia humana de cerca.
Escenas de dolor se vivieron en todos lados de mi provincia.
La situación es crítica, muy severa, y calcular los daños materiales en este momento es una tarea que tomará mucho tiempo. 
Ahora me centraré en mi área; es decir, en el aspecto psicológico. 
Existirán secuelas emocionales en las personas, tanto hombres, mujeres y niños, debido a la situación estresante que se vive actualmente con la coexistencia de angustia y depresión, pues muchos tendrán que lidiar en su diario vivir, en rehacer sus vidas comprendiendo lo incierto que resultan los eventos naturales.
Puedo atreverme a pensar que muchos sufriremos un trastorno de estrés post-traumático, donde estamos expuestos a volver a evidenciar el trauma de un nuevo terremoto produciendo insomnio, anhedonia, embotamiento emocional de desapego emocional.
Así como temor a vivir en edificios altos o casas de dos o tres plantas.
La verdad no es mi objetivo dar un diagnóstico generalizado a futuro de las secuelas psicológicas, pero es necesario ser realistas con esta situación.
¿Cuánto durará esto? Normalmente variará según la capacidad de resiliencia de cada persona; es decir, entre semanas hasta aproximadamente seis meses. 
Por ahora debemos vivir el día a día, que es lo único cierto y real que tenemos. 
No es fácil, pero tampoco imposible, ayudarnos con el tiempo a sanar estas heridas.
Que nuestra autoestima no desmaye, acercarnos más a nuestras familias y amistades, a buscar consuelo espiritual en nuestra fe, en Dios, porque no es Dios quien se ha alejado de nosotros sino nosotros de él.
Creer que nuestra tierra, nuestro país, sí puede levantarse de los escombros.
Que sea algo inmarcesible; es decir, que no se marchite jamás la esperanza de días mejores, tanto para nuestro bienestar como el de nuestros hijos.
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