Los personajes principales de “Regular Show”, que dicho sea de paso lleva nada menos que siete exitosas temporadas en el aire, son Mordecai (un pájaro azul, alto y flaco) y Rigby (que podría ser una ardilla más bien corta de estatura), dos tipos jóvenes atrapados en una especie de adolescencia eterna: en algún momento se explica que terminaron el colegio y que han decidido trabajar en un parque en vez de ir a la universidad, pero no mucho más. El resto son sus aventuras, encapsuladas en capítulos de diez minutos que siempre resultan intensos, psicodélicos y surrealistas. Mordecai y Rigby tienen todo lo que necesita una persona para poder funcionar al margen de una sociedad medianamente civilizada: son relajados, son rockeros, son cinéfilos a su manera (hacen maratones de películas de terror), son gamers, y son románticos de la vieja guardia, de esos que se enamoran platónicamente y viven de las migajas que se desprenden de sus ilusiones. Mordecai y Rigby tienen su propio mundo, un planeta donde se cruzan varias dimensiones paralelas y desconocidas y donde cualquier antojo de la imaginación resulta poca cosa. Pero sobre todo y antes que nada, Mordecai y Rigby se tienen el uno al otro y es ahí, en esa unión, en ese lazo, donde descansa el núcleo narrativo de la serie. El uno está dispuesto a soportar al otro hasta en la situaciones más ridículas e inverosímiles porque ambos trabajan al servicio de una biografía en común que los acerca un poco más en cada episodio.
Hace unos días escuché que las familias sobreviven gracias a la confianza que tienen sus miembros entre sí, es decir, que ser familia es poder confiar ciegamente en alguien más y acompañar a esa persona hasta las últimas consecuencias. Quizás no lo escuché, quizás lo aprendí de una vez por todas. El caso es que ahora lo tengo claro y que me parece una verdad universal. Me lo demostró el terremoto, que separó la tierra pero está uniendo a la gente. Y me lo demostraron también Mordecai y Rigby. El amor verdadero sólo conoce una fórmula: juntos hasta el final, pase lo que pase.