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Profundo dolor
Profundo dolor
Por: Clemente Orellana Sáenz

Sábado 30 Abril 2016 | 04:00

Conmoción nacional nos produjo el terremoto del 16 de abril de 2016, que afectó a varias provincias, pero con ferocidad a Manabí y una parte de Esmeraldas. Nadie pensó jamás que en 58 segundos que duró iba a causar tantos muertos, tanto daño, tanto dolor, no solo en los afectados sino en todos los ecuatorianos. Porque todos sentimos el dolor de los damnificados, las historias de vida que se han dado, la angustia, la desesperación, el pánico en la población de Pedernales, Portoviejo, Manta, Chone, Calceta, Muisne. En Guayaquil el pánico en los habitantes que viven en pisos altos al igual que en Quito, que pensaron iban a morir. 

Yo estaba en el Valle de los Chillos, en Cuendina a las faldas del Pasochoa, oyendo música con mi esposa, cuando vino el terremoto. Parecía que la casa se caía, a pesar de la buena construcción que tiene. Pasaron casi tres horas en que nadie daba razón de lo que pasaba, las radios y las estaciones de TV nacionales no decían nada; nos enteramos por CNN. Al fin apareció Mauricio Rodas, el alcalde de Quito, quien dio las informaciones respectivas; y en un auténtico liderazgo tomó acciones inmediatas como enviar a Manabí los bomberos rescatistas de la ciudad, que tuvieron un rol protagónico al rescatar con vida a 99 personas y más de 140 cadáveres enterrados en los escombros. Demostró entereza, valor, coraje, capacidad de organización. Después Jorge Glas tuvo también un excelente papel protagónico, pero lo cierto es que los COEs no funcionaron como debían. En las horas posteriores ante la magnitud de la tragedia la familia ecuatoriana entera, sin distinción de clases sociales, raza, ideología, se unieron en un solo puño y empezaron a juntar las donaciones espontáneas en señal de solidaridad de corazón, de alma, de nacionalidad, en favor de los hermanos caídos. 
No faltaron casos amargos de saqueos, robos, caos dentro de la tragedia de almas perversas aprovechando el dolor de los afectados; sin embargo, pudo más la sangre de guerreros del indómito manabita y esmeraldeño, que en medio de la desgracia se levanta con fuerza, con hidalguía, con señorío y con todo el ánimo de rehacer sus ciudades, sus negocios, sus emprendimientos. 
Viendo los noticieros no pocas lágrimas derramábamos los que tenemos mucha sensibilidad antes las tragedias acompañándolos en su pesar.
Se ha tratado de politizar la furia de la naturaleza, lo que no podemos permitir; las donaciones deben ser canalizadas con transparencia, así como los impuestos que nos han gravado; ese dinero debe ir a las provincias afectadas. Es hora de parar ofensas, los ecuatorianos somos todos, aliados del gobierno u opositores; que el terremoto nos deje enseñanzas positivas.
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