“Tenía la costumbre de ir siempre a las 18h45 al hotel, pero justo ese día los planes cambiaron, me fui a una boda con mi esposa”, relata Hidalgo, quien es oriundo de Loja.

Recuerda que su historia en Portoviejo se comenzó a escribir hace 56 años, cuando llegó por primera vez como comerciante de ropa. 

“Llegaba a las ferias todos los sábados y domingos en rancheras desde Manta”, indica este hombre a sus 79 años.

Hidalgo dice que antes en Portoviejo la plaza era buena, por lo que decidió radicarse en la capital manabita.

Tiempo después puse un bazar y para ello conté con la ayuda de Pedro Zambrano Barcia y Pedro Zambrano Izaguirre, dice Hidalgo.

Visión de comercio. Según Máximo Hidalgo, el terreno donde actualmente sólo quedan escombros, lo compró en 2 millones de sucres.

“A base de esfuerzo pagué el terreno en un lapso de dos años”, afirma “El gato”, como se lo conoce a Hidalgo.

Explica que la edificación antes de ser hotel eran oficinas de trabajo, sin embargo, en su visión como empresario decidió hacer un hotel para suplir la necesidad hotelera en la ciudad.

Detalla que en siete años terminó de construir el hotel, que funcionó por aproximadamente 30 años.

En medio de la nostalgia y la tristeza que embargan a Máximo Hidalgo, expresa que por ahora no sabe qué va a pasar con el hotel, pues asegura que sólo vivía de lo que generaban sus negocios.

Hidalgo en sociedad con uno de sus hermanos abrió otro de los hoteles más importantes en su momento en Portoviejo, “Máximo”, el cual lleva su nombre.

Agrega que esta edificación y el Hostal Reales Tamarindos, también de su propiedad, no sufrieron mayores daños.