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Portoviejo
Héroes anónimos del 16-A: Los médicos de las horas del horror

Era una noche extrañamente tranquila: solo un fracturado de tobillo. Pero de pronto la Emergencia se tiñó de sangre y dolor.

Viernes 29 Abril 2016 | 08:00

“Era sábado. Suele haber más pacientes, pero esa noche no. Estábamos asombrados. Luego empezó a temblar”, recuerda Édison Castro, parte del equipo de cirugía de la guardia cuatro.

Médicos y enfermeras rotan por turnos en el hospital Verdi Cevallos y sobre este grupo el destino desplomó una carga fatídica: estar al frente de la emergencia que recibió en menos de una hora más de 200 heridos y mutilados por el terremoto.
Édison saca cuentas y no habían pasado siete minutos cuando llegaron los primeros fracturados.
Heridas abiertas, miembros lacerados, súplicas de socorro, huesos expuestos, gritos de dolor, desesperación de familiares, ríos de sangre, rompieron la paz. “Era una carnicería”, confesó un directivo.
“Estábamos en shock, atendiendo y tratando de localizar a nuestros familiares. No sabíamos nada de ellos”, cuenta Édison con un semblante serio.
Inundados. En las primeras horas no llenaron un solo papel. El esfuerzo se concentró en salvar vidas y el registro quedó de lado, como en un campo de guerra. Más de una traqueotomía se hizo sobre el piso.
“Nuestras manos estaban muy ocupadas, llenas de sangre, no podíamos ni tomar el nombre de los pacientes”, recuerda Freddy Macías, otro médico.
Al principio se los ponía donde se podía, en sillas, camillas, muebles, agrega Cristian Cedeño. “Muchos niños llegaban en estado crítico. Aquí mismo sobre este escritorio tratamos de reanimar uno, pero fue imposible”, dice.
El sismo derramó agua de unos tanques y se mezcló con la sangre de los pacientes. El piso era una alfombra de líquido rojo.
De a poco llegaron médicos y voluntarios de apoyo, se clasificaron los pacientes: graves en áreas internas, heridas menores en el parqueadero. Tras cinco horas de horror el orden se retomó.
Arrullo. El 27 de noviembre del año pasado la emergencia se llenó de pronto con una treintena de heridos. Un deslizamiento en la parroquia San Pablo dejaba pacientes con fracturas múltiples. Era un simulacro en el que participó Jandry García, jefe de la guardia de la trágica noche.
“En el simulacro se suponía que eran como 30 heridos, acá fueron en un momento diez veces más”, explica el cirujano de 27 años que cargó sobre sus hombros ser el líder del equipo en las primeras horas del horror.
“Tenía que ser el más fuerte, si yo flaqueaba lo hacía el hospital”, se repetía  aplicando lo que podía del entrenamiento y mientras la muerte les arrebataba a los pacientes.
Un caso no se va de la mente de Jandry: un niño de tres años con trauma craneal severo que llegó sin signos vitales. “El padre pedía desesperado que lo salvara. Me desgarró verlo que se acostó junto a él y lo tomó como en un arrullo. Vino a mi mente cuando tomo a mi hijo en brazos para hacerlo dormir”.
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