La artista japonesa, está convencida de que los científicos descubrirán la clave de la vida eterna de aquí a 10 años y que, por tanto, no tendrá que morir. Según la propia Yoko, la vida tiene su propia magia. Ono no es una mujer común, ella respira, se mueve, sueña y crea, rodeada de recuerdos y centenares de piezas de arte propio y de Basquiat, Clemente y Schnabel. Pasa la mayor parte del tiempo, según ella misma confiesa, delante de una cafetera y una bandeja de pasteles de Balducci’s en mitad de su cocina, porque, más que un hogar, es un taller de creación, una real sala de partos de la que salen pinturas, cortometrajes, canciones o esculturas, como la que mantiene actualmente en el MOMA de Nueva York -un vagón de tren perforado del que salen potentes haces de luz- y con la que pretende denunciar la brutalidad humana a través de un suceso real: la muerte de decenas de inmigrantes ilegales asfixiados dentro de un vagón de carga. La viuda del ex Beatle no maquilla sus frases, que surgen directas y cómplices, ni su voz, suave y sinuosa, es sencilla y con frases cortas repite una y otra vez; “no, no creo que sea famosa”.