Quiero compartir con ustedes amables lectores, un precioso recuerdo del poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, más conocido como Rubén Darío, el “Príncipe de las Letras Castellanas”, quien cumplió el reciente sábado 6 de febrero, 100 años de fallecido. En París -1902- Ruben Darío, le dedica un amoroso poema a la distinguida y bella dama guayaquileña Rosita Sotomayor, abuela de doña María Cecilia Baquerizo-Dueñas, quien, a su vez, es prima del amigo Sergio Cedeño Amador que me hizo llegar esta bella inspiración poética:
Rosita Sotomayor / que tienes nombre de flor / y que flor de amores eres / entre todas las mujeres / del ardoroso Ecuador. / En esos floridos lares / le pregunté a un trovador / entre rosas y azahares / dime, cuál es la mejor? / Y me contestó Pallares: / “Rosita Sotomayor”. / Cómo será tu fragancia / que la siento a la distancia? / Por tu encanto encantador / ya me quisiera ir de Francia / por el próximo vapor. / Si “De las cosas que has visto” / me autorizara el Señor / “pide una a tu Creador” / le respondería listo: / “Señor mío Jesucristo, / ¡Rosita Sotomayor!
Los restos mortales de Rubén Darío están en la Catedral de León, Nicaragua, y Rosita Sotomayor descansa en Paz en París.
Activemos la cátedra del amor, en la que no hay graduación porque es un aprendizaje permanente, siempre creador nunca destructor. Seamos buenos alumnos; en la niñez, la juventud y la senectud. El amor, la amistad, son y serán factores determinantes para nuestra salud espiritual. De allí surge el más hermoso encuentro con el alma. Con el amor nada hay que quitar y nada hay que agregar. El amor es todo porque Dios es amor. Recordemos: la amistad es un amor que nunca muere.