En el libro de la vida quedó por siempre una fecha: Era enero y era un día que olía a cosas eternas (poema modificado “Romance de lo acabose”). No importa el escenario. Lo cierto es que la vida nos regala siempre una oportunidad donde el poema verdades amargas resulta ambivalente.
¿Amigos..? Mentira, no hay amigos, reza, Vs. Verdad, los amigos sí existen. Están contigo, te dan luz en tus defectos y esperanza en tus virtudes, se exponen contigo sin mediar peros, sientes su aprecio, su lealtad. Cuando un hombre se despoja de la máscara de la hipocresía, verdades amargas de autoría anónima se elevan a dimensión de himno. Este un primer aprendizaje.
Lo que no hay duda de que existe es el antivalor de la ambición sea a captar el poder a toda costa o sea a mantenerlo. En cualquier caso, esta variable obliga cuando llega esa oportunidad, cual factor precipitante, a exponer el yo que los hipócritas llevan en la intimidad de su ser, en lo más insondable de sus constantes larvadas que como volcán erupciona al fenotipo.
Mil disculpas, no es duro ni nuevo; los filósofos hace siglos tienen ríos de frases célebres evidenciándola; por ejemplo: “La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar se adopta la misma postura que para arrastrarse”, de Swift; o “El ambicioso está más descontento de lo que no tiene, que satisfecho de lo que tiene”, de Fenelon. Otro aprendizaje.
En la dinámica de la lucha aprendí, además, que suelen manifestarse otros sentimientos negativos: la envidia, los complejos, los celos y los cálculos sobre lo racional.
Las emociones bajas complotan vestidas de estigmas, el hambre del poder los hace extralimitar sus competencias y abusar de su autoridad.
Sea como fuere, en una reciente experiencia la vida me regaló la oportunidad de incorporar a mi humilde bagaje cultural estos aprendizajes. Vale, por tanto, elevar mi gratitud imperecedera a quienes osaron con su apoyo a demostrar que sí hay amigos verdaderos y racionales.
Definitivamente no estamos solos en el pensamiento de que vivimos un modelo político fracasado, que tiene sumido en una perversa crisis a nuestras familias. Por eso lo enfrentamos.
Para mis amigos - a quien a Dios le pido me regale un día la suerte de devolver tan noble gesto de solidaridad-, decirles que gracias a ustedes pude por fin entender a Aristóteles cuando sembró la máxima “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.”