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Recuerdos de un tiempo pasado
Recuerdos de un tiempo pasado
Por: Edison Cevallos
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Domingo 07 Febrero 2016 | 04:00

Para quienes vivimos y evaluamos nuestra existencia, aquellos que añoramos las épocas pasadas, siempre y de manera casi general compartimos las frases que pronunció Jorge Manrique de que “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.


Es que los grandes adelantos que se dan en una la sociedad como la nuestra conllevan un comportamiento ciudadano en casi todos los órdenes, que en antaño casi no se daba; las reglas de juego, habiendo cambiado no se las alcanza a digerir, son impuestas; y muchas de ellas, respetuosamente acatadas pero no compartidas.
En ese orden, nos encontramos con las limitaciones de no poder transitar libremente por las calles y plazas de nuestra ciudad por temor de ser abordados por una delincuencia que no respeta sexo ni edad para agredir y despojarnos de nuestros bienes a como dé lugar, aún a riesgo de perder hasta la vida si por cualquier circunstancia, involuntariamente la reacción del ofendido no es de completa sumisión y entrega a sus malignas intenciones.
Arrancadores y escaperos que despojan a sus víctimas de sus bienes con una habilidad y rapidez, que en muchos casos no se atina a tener capacidad de reacción alguna; y la naturalidad con que actúan a cualquier hora del día o de la noche vuelve indefendible al ciudadano común frente a estos hechos, que se han convertido ya en algo que casi no llama la atención a nadie.
A tal punto que un gran porcentaje de quienes han sido víctimas de estos ataques, aún sufriendo pérdidas en su patrimonio y agresiones físicas, no denuncian el hecho ante las autoridades respectivas, porque ya esto es una especie de rutina que se da en una sociedad que vive atemorizada. Y el temor a una represalia del entorno delincuencial no se descarta.
Es notorio e innegable el incremento y la tecnificación de una dotación policial que día a día da, con arrojo y valentía, da duros golpes al crimen y a la delincuencia organizada; la prensa nos da detalles de la aprehensión de integrantes de verdaderas estructuras dedicadas a todo tipo de delitos y su desarticulación.
Pero no obstante esto, la lucha es horrorosamente desigual; la ciudadanía vive en completa desprotección, la delincuencia viajando en motos actúa, ataca y da golpes minuto a minuto en cualquier lugar y a vista de todos. Este vehículo se ha convertido en su cómplice perfecto,
En este aspecto, el control deja mucho que anhelar; es común ver un motociclista forrado con casco, guantes, etc., acompañado de una señora y uno o dos niños en el mismo vehículo, sin protección alguna, indefensos por completo.
De ahí que decir que se le está ganando espacio a la delincuencia, por o menos, a esta, la callejera, es completamente inexacto.

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