El sida es un problema que rebasó hace mucho el ámbito de lo personal. Convertido en un problema de las sociedades, y con el agravante de que los tratamientos están en manos de las grandes empresas farmacéuticas encargadas de producir los “retrovirales” a gran escala: la prolongación digna y cristiana de la vida de estos pacientes queda en manos de los gobiernos.