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Solón Pinargote Sánchez
La libertad de expresión

Cuando hablamos de libertad, debemos entender, desde el punto de vista castizo, como la facultad humana de hacer y decir todo aquello que no riña ni se oponga a las leyes y a las buenas costumbres.

Viernes 25 Mayo 2007 | 21:40

La Constitución Política nuestra recoge este concepto generalizado y lo tipifica como uno de los derechos a la libertad de opinión y de expresión del pensamiento en todas sus formas o manifestaciones a través de cualquier medio de comunicación, sin perjuicio, claro, de las responsabilidades previstas en la ley. El tema de la Libertad de Expresión lo traemos al comentario a propósito del incidente producido entre el Presidente Correa y el diario La Hora en la persona de su director, en donde el primero de los nombrados, refiérome al señor Presidente, ha iniciado acción penal en contra del segundo, por el supuesto delito de desacato al no retractarse éste, públicamente, de una información aparecida en el diario de su dirección conteniendo, a su criterio, inexactitudes y ofensas en contra de su persona y su gestión. Al margen de lo que en verdad se haya dicho, y que lo dicho constituya delito de acción pública o privada, es necesario recordar que la propia norma constitucional, así como viabiliza la acción judicial por parte de la persona que se siente afectada por afirmaciones sin pruebas o inexactas, o agraviada en su honra por afirmaciones o publicaciones no pagadas hechas por la prensa u otro medio de comunicación social, tendrá derecho dice, a que estos hagan la rectificación correspondiente en forma obligatoria, inmediata y gratuita. Pero, según se sabe, esto no ha ocurrido y ya no ocurrirá, lo que significa que el juicio seguirá su marcha hasta su definitiva conclusión. Los ecuatorianos no podemos mostrarnos ajenos a situaciones como esta, por cuanto de algún modo es la vida del Estado, no del gobierno, la que está en juego. Por ello nos atrevemos a decir, con frontalidad, que dentro del quehacer periodístico, como en toda sociedad, sociológicamente hablando, que se funda en la convivencia o en la relación y se afirma con la permanencia en el trato, así como existen buenos y malos, periodistas, mediocres y excelentes é insultadores contumaces, que escudándose en un medio profieren insultos y destilan veneno, también hay periodistas de mucho valor, talentosos y con una mente lo suficientemente clara y lúcida como para ilustrar al más ignorante de los mortales. Por ello jamás convendremos con el espíritu de cuerpo. Los organismos nacionales o extranjeros deben ser analíticos y llenados de realidades para procurar una defensa a quien se la merece, y no al socio que, en efecto, infringió la Ley y las buenas costumbres, porque eso sería solaparle y llevarle sinvergüencería, lo que evidentemente va en desmedro de la organización. Las élites y los grupos de poder es otra de las irreverencias que le hacen mucho daño a cualquier organización, así como el sentirse Júpiter Tonante; esto es lo que debería desterrarse, luchemos por esto. Y, ojo, que tanto esto como el comentario en si no está dirigido a nadie en particular. Pero una cosa si es cierta: El Presidente de la República del Ecuador y la majestad de la Presidencia deben ser respetado por los ecuatorianos, sobre todo, gústenos o no; pues, una cosa es criticarlo a él en términos reales y objetivos y, sobre todo, respetuosos, sobre la conducción del país y en general de su forma de hacer política, y otra muy distinta es faltarle el respeto utilizando términos insultantes y peyorativos. Y para darnos cuenta de aquello, ejercitemos las mismas palabras en contra de un ser querido, nuestro padre por ejemplo, y allí nos daremos cuenta de quien en verdad tiene la razón.
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