Él entrena a 26 personas en la Quinta D’Guillem, de lunes a viernes (18h00 a 21h00). El precio de las clases de aprendizaje de esta disciplina es de 50 dólares al mes. “La inscripción cuesta eso, pero ahora tenemos una promoción para las mujeres de un 2x1. La primera clase es gratis”, dice Campoverde.

Este arte marcial tuvo sus inicios en Japón y a principios del siglo pasado llegó a Brasil, donde se popularizó gracias a la familia Gracie. “En 1993 lo llevaron a Estados Unidos y de esta disciplina nacieron las artes marciales mixtas de la UFC, que se las ve por televisión”, agrega.

Deporte mental. En un tatami (espacio con colchoneta donde se practican artes marciales) de cinco metros cuadrados, 26 alumnos divididos en parejas aprenden las diferentes técnicas de esta disciplina, que busca la defensa personal, mientras Campoverde los instruye.

La rutina comprende: calentamiento, estiramiento, movimientos o roles, técnica y lucha.

En esta disciplina no se usan golpes ni patadas, es suave. Si no se es una persona grande, se aprende a emplear la fuerza del otro para derrotarlo. 

La inteligencia es fundamental en este arte marcial. “A diferencia de otros, no recurres a la violencia ni a la fuerza para ganar. Puedes controlar una pelea sin importar tu tamaño o peso”, expresa el instructor, quien cree que la agilidad es otra de las razones de la efectividad del jiu-jitsu.

La principal característica del jiu-jitsu es que busca derrotar al contrincante mediante llaves, lo que lo hace idóneo para que lo practiquen mujeres y niños. “No es necesario soltar ningún golpe para vencer”, dice Campoverde, y añade que una lucha demora entre cinco y seis minutos. 

Cabe destacar que este deporte tonifica cuello, hombros, pecho, abdomen; los practicantes desarrollan una rutina alimenticia.