Actualizado hace: 931 días 9 horas 34 minutos
Santo Domingo de los Tsáchilas
Los betuneros de la peatonal 3 de Julio

Sus magistrales cátedras en un aula de clases quedaron solo en el recuerdo. José Velásquez pasó de ser profesor a betunero hace 27 años. Ahora tiene 56 años de edad y pasa en la peatonal 3 de Julio y calle Ambato desde las 07h00 a 18h00.

Jueves 01 Octubre 2015 | 12:30

Según dice, dejó su antigua profesión porque “no ganaba bien”. “Daba clases de Ciencias Sociales y Música en un colegio fiscal de Santo Domingo, pero me salí del Magisterio”, menciona.

Él confiesa que su actual trabajo no le alcanza para sustentar el hogar, por ello también es comerciante, tiene un puesto justo al frente de su silla de lustrar zapatos, donde ofrece fundas de regalo y flores artificiales. 
Señala que así vive mejor, porque él mismo destina su tiempo para su trabajo.
Junto a José pasa sentado César Congo.
El hombre de 58 años, es el más “antiguo” de los siete betuneros que comparten sus jornadas laborales en el lugar.
Es una pequeña vecindad, que forma parte de la historia de la peatonal. Allí se habla de todo un poco, desde la situación económica que atraviesan hasta de fútbol.
Ellos son parte de la Asociación de Comerciantes y Afines 1 de Mayo.
“Tengo 38 años trabajando aquí, soy criado en Santo Domingo, mis papás me trajeron, pero ellos ya fallecieron”, expresa César. 
La primera vez que lustró un zapato a cambio de una moneda fue a sus 17 años.
En ese tiempo además era comerciante, traía mercadería desde Perú.
Su cambio de “ruta” inició cuando un día perdió la mercadería.
“Soy el último de los primeros boleros que llegaron aquí. Esto antes era una cuadra de betuneros, habían sillas desde la calle Ambato hasta donde era la Policía (calle Latacunga)”, cuenta César mientras prepara su cepillo, bacerola, betún y franela para empezar a lustrar.
“Esto no es duro, viendo se aprende. Antes me sentaba en una silla y veía cómo se hacía. Uno se va ganando la clientela según el trato que le demos”, señala.
Menciona que en este tipo de oficio no se puede hablar de qué día de la semana es bueno o malo, porque hay veces que hasta su silla llegan pocas personas.
En épocas buenas César tiene 20 clientes por día. Sin embargo, el día más esperado son los de elecciones.
Sus manos han frotado zapatos de personalidades, desde un agricultor, comerciante, abogado hasta un concejal. 
Recuerda que cuando inició “hasta los tsáchilas se hacían lustrar sus botas de caucho”.
Él no tiene horario, “a veces puedo ir al mediodía y salgo temprano”.
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