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Regis Moreira Solórzano
La manga del cura y sus raíces

Sábado 05 Septiembre 2015 | 04:00

Iniciaba la década de 1920 cuando a Calceta llegó un misionero de Dios que vino a evangelizar y a pregonar la gran palabra de Jesucristo. Este modelo de buen sacerdote se llamó Dr. Luis María Pinto Parreño, un hombre sencillo, con una moral elevada que transmitía optimismo a los demás; y sobre todo un visionario, que en su tarea de evangelizador se adelanta a la época y se convierte en un excelente vialista.

Recordemos que del Templo Cristiano Católico de Calceta organiza el viaje a la casi virgen montaña bolivarense; con la brigada Vialista Bolívar, de la hermosa, “Calceta, la sin par”. Eran los aguerridos hombres de la estirpe del balsero del Carrizal, nautas de ríos y selvas, verdaderos caucheros. El padre Pinto, motivado, con brújula en mano, emprendió el viaje y cruza montañas cerradas, llega a su primer punto que bautiza como Membrillo, hoy parroquia rural del mismo nombre, rica en producción de la dulce mandarina y cacao fino de aroma. Sigue su peregrinar y da su primera misa en la posa de Germud, ahora el importante cantón Pichincha. Posteriormente, en el largo viaje, organiza varias comunidades pequeñas, pone los primeros cimientos con material de la zona de lo que será la futura capilla; bautiza y recuerda la importancia de la oración y llega a lo que se conoce hoy con el nombre de “La Manga del Cura” (Santa María, Santa Teresa, Paraíso - La 14 y más unidades geográficas).
El padre Pinto tenía la idea clara por ser un integracionista como fue el gran e inmortal Eloy Alfaro, quería unir la Costa con la Sierra por otra latitud; es decir, por la parte noreste de Manabí, llegar hasta la provincia de Pichincha. El padre Pinto alcanza y logra su objetivo con personas manabitas, especialmente de Calceta (caucheros); luego se suman habitantes de Chone, Junín, Tosagua, Rocafuerte, Portoviejo, etc., etc. Llega a Santo Domingo en 1928, narra su expedición a los habitantes de esta comunidad, hoy provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas.
Entonces, ecuatorianos, nos queda la menor duda que las raíces de La Manga del Cura son manabitas. No podemos permitir que se intente arrebatar los territorios que nos han heredados nuestros ancestros y moralmente tenemos la obligación, de unirnos a la campaña en prodefensa de esta jurisdicción manabita, ya que se avecina el proceso electoral en la que debemos estar todos unidos en la ratificación de nuestra heredad. 
Esta lucha no es tan solo de don Mariano, doña Clara y los consejeros, es la dignidad de los manabitas que está en juego. 
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