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Leyenda
‘La tunda’ esmeraldeña

Uno de los personajes míticos de los pueblos de la costa del Pacífico es “la tunda”.

Sábado 05 Septiembre 2015 | 04:00

Sonia España Carabalí, quien es una gestora cultural afroecuatoriana, habla de “la tunda” y de lo que ella representa en la ‘provincia verde’. 

Dice que muchas versiones de la tradición oral señalan a “la tunda” como una mujer que atrae a los hombres jóvenes y los retiene cautivos. 
En ocasiones adopta la forma de un ser querido para llevarse a sus víctimas hacia las montañas. Allí los alimenta con camarones para mantenerlos dóciles o entundados, señala.
“La tunda es una mujer desagradable que vestía con trajes largos de color negro para precisamente perderse en la oscuridad”, explica Carabalí. Ella menciona que a través de estas leyendas lo que se quiere transmitir son las costumbres y tradiciones del pueblo afroecuatoriano a las nuevas generaciones. 
Asegura que cuando estudió Antropología, acudió hasta los campos de Esmeraldas para recopilar información sobre historias ancestrales.
Leyenda. Se dice que “la tunda” cayó del cielo porque Dios la desterró del paraíso y la envió a las montañas.
Sus extremidades eran deformes: un pie en forma de molinillo y otro del tamaño de un niño recién nacido.
Vivía en las montañas y le gustaba comer camarones.
Ella solía acudir a las viviendas aledañas para buscar jóvenes.
En una de las casas encontró a un chico llamado Cirilo, quien estaba delicado de salud.
Cierto día su mamá había ido hasta las afueras del pueblo para buscar comida, pero antes le advirtió a Cirilo que si salía de la casa no olvidara llevar a los perros con él.
El joven al encontrarse con fiebre se levantó con mucha hambre, agarró un canasto y salió a conseguir camarones, pero olvidó llevar a los canes.
Mientras recogía camarones, el chico escuchó una voz que le decía: “Cirilo ya tienes muchos camarones” y él sin mirar atrás respondió: “Mamá, salí porque tenía mucha hambre, ¿tan rápido llegaste?”.
A lo que ella respondió: “La cosa por allá estaba mala y fue por esa razón que regresé pronto, pero ven, sígueme, que acá encontrarás más camarones”.
Y Cirilo comenzó a seguirla porque “la tunda” se hizo pasar por su madre.
A medida que iba persiguiéndola, la mujer alimentaba a Cirilo con camarones que salían de su trasero y para darles una buena sazón no dudaba en ventilarlos desde su interior.
La mamá de Cirilo al llegar a su casa y no encontrar a su hijo salió junto con sus perros y otras personas que llevaban sus instrumentos musicales (bombos y cununos) para dar con el paradero del joven.
El ladrido de las mascotas y el sonido de los instrumentos alertaron a “la tunda” y ella rápidamente desapareció dejando a Cirilo abandonado.
La madre y las otras personas encontraron al muchacho, pero él no quería regresar porque se había quedado encantado con “la tunda”. 
En vista de que no quería volver a su casa, su madre lo curó con estopa de coco, agua bendita, palo santo y romero, con el fin de que reaccionara.
Finalmente “la tunda” se retiró riéndose como una malvada y feliz porque había logrado entundar a otra de sus víctimas, solo que en esta ocasión Cirilo se salvó.
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