Actualizado hace: 935 días 7 horas 37 minutos
Mauro Guillem Zambrano
La prisión de correa

Inquieto, aquella tarde, asomándose al balcón del palacio de gobierno y saludando tímidamente a sus seguidores apostados en la calle García Moreno, se ve a un Correa que entra y sale de su despacho, como quien comprueba qué tanta gente ha llegado a esas horas. En la noche, en la tarima montada en la plaza grande, saluda a sus simpatizantes micrófono en mano, ante un público que lo vitorea.

Martes 25 Agosto 2015 | 04:00

Encerrado en su propio reducto, protegido por vallas metálicas y resguardado por miles de policías, Correa se convirtió por ese día en presidente de la Plaza de la Independencia y sus mandantes, unos pocos miles de ecuatorianos que ahí estaban. 

Esa misma tarde, en otra parte de Quito, se iniciaba una marcha multitudinaria entre indios, mestizos, trabajadores, maestros, médicos; diversa gama representativa del multicolor nacional. Transitando por las calles recibían la solidaridad con su lucha. Enorme masa humana apoyada por los barrios de Quito que cercaron el Palacio de Carondelet y se convirtieron en los mandantes de la ciudad. 
Ya en la tarima: “el paro fue un fracaso”, vociferó en su discurso. ¿Qué fueron entonces las expresiones de rechazo a las políticas del gobierno en todo el país que se dieron masivamente y el cierre de vías en las provincias de la Sierra? Decía que ellos “son más, muchos más”. ¿Cómo mismo contará? Habría que revivir a Pitágoras para que interprete esta rara matemáticas y nos diga cómo es que unos pocos servidores públicos, obligados y amurallados en las gobernaciones de las capitales de provincia, son más que las decenas de miles de ecuatorianos marchando en todo el país. 
“Que le revoquen el mandato”, gritaba desafiante y la gente se pregunta por qué no ha permitido el trámite en el Consejo Nacional Electoral de revocatoria presentado por Democracia Si en dos oportunidades. ¿Por qué se ha negado a consultar al pueblo sobre las reformas constitucionales?  Les dice a los dirigentes del paro “que vayan a mandar a su casa, que en el Ecuador manda el pueblo”. ¿Cuál mismo será el pueblo? 
“Él, Glas, Gabrielita, Patiño, la Aguinaga, Alexis Mera o los manifestantes? Por la noche de aquel día, mientras en la tarima presidencial cantaban alegremente canciones al Che, en las calles se apaleaban a trabajadores, dirigentes sociales e indígenas y se encarcelaban a mujeres. 
Dice que el Ecuador no volverá al pasado y ellos son la continuación del pasado.  
El presidente ha ido tejiendo, con un discurso repetitivo, una telaraña de la que se niega a salir. Se ha convertido en su prisión. 
Prisionero de la arrogancia que no lo deja ver, de la prepotencia que impone todo, de la infalibilidad que no lo deja escuchar y de los intereses de su círculo de poder.
                                               
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