Actualizado hace: 936 días 23 horas 7 minutos
Diego Delgado Jara
La sobrevivencia de una nación

Martes 28 Julio 2015 | 04:00

Una república para ser tal requiere instituciones serias, respetables y democráticas. Sin éstas existe un reino, un feudo, una tiranía donde prima el abuso y la ilegitimidad; un régimen opresivo y dictatorial. Donde una persona sustituye a las instituciones, y las leyes se hacen a su conveniencia y su sola voluntad, no existe separación de funciones. 

En base a opacos procesos electorales existe ausencia de un régimen de Derecho.
Por ello el tercer considerando de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, establece: “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
¿Existe un régimen de Derecho en el Ecuador? De ninguna manera. Varios colectivos han buscado que se permita al pueblo ser consultado, y han acudido al Consejo Nacional Electoral, a la Corte Constitucional, a la Defensoría del Pueblo, a todas las entidades. Nadie atiende a la ciudadanía. Antes negaron la consulta de Yasunidos alegando que el peso del papel no era el indicado. Burla descarada tras otra. Ante el oprobio dictatorial solo quedan las calles y plazas; el pueblo, sus anhelos y reclamos, están represados y se irrespeta su clamor.
El Art. 158 de la Constitución, en su primer inciso, proclama en forma imperativa: “Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son instituciones de protección de los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos”. ¿Se cumple o permiten cumplir este mandato? ¿No se juró respetar y hacer respetar la Constitución? ¿Los juramentos deben cumplirse?
Al pueblo le han ido arrebatando y restringiendo derechos en forma incesante. El golpe maestro, como puñalada artera en la espalda, buscar asestarle con las reformas disfrazadas de “enmiendas” para impedir –en forma mañosa- la opinión de la ciudadanía establecida en la Carta Magna. El pueblo solo, indefenso, agredido, arrinconado, busca desesperado defender los pocos espacios que le quedan. Lucha en las calles para no dejarse enjaular y proteger a esta y las futuras generaciones.
El pueblo se yergue en defensa de sus derechos humanos: para opinar sin restricciones, organizarse, por el respeto a la legislación laboral, consultas populares, parar tanto impuesto y depredación, por una educación sin restricciones, el cese a tanta represión, fiscalizar su patrimonio social y nacional, limitar la corrupción imparable e impune, protegerse de la dictadura que derrumba la economía. 
¡El pueblo empujado a las calles ejercerá el derecho a la rebelión y luchará por su sobrevivencia y de la nación “compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”! 
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