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childerico cevallos caicedo
El oficio de las relaciones públicas

Recopilando conceptos, podemos considerar a las relaciones públicas como “un conjunto de acciones de comunicación estratégica coordinadas y sostenidas para fortalecer los vínculos con los distintos públicos

Domingo 26 Julio 2015 | 04:00

 Su misión es generar un vínculo entre la organización, la comunicación y los colectivos relacionados. Tiene por objeto mantener, modificar o crear una imagen de personas o instituciones, para obtener una opinión favorable del publico que se relaciona”.

Los relacionistas públicos son, entonces, los que guían, forman, estructuran la imagen y figura de las instituciones y los funcionarios a los que sirven. Le cuidan sus nombres,  mejoran su proyección comunitaria y tienden a mantenerlos en primer plano.
Son los encargados de evitar que entidad o funcionario transite por caminos azarosos, que puedan lesionar presencia, buen nombre y reputación institucional y/o personal. Alejarlo de lo que pueda revertirse en su contra, en especial de aquello que cause publicidad negativa, cuidando especialmente de enfrentamientos con los medios, pues las repercusiones del presente se cuelgan en la historia para lesionar el futuro. 
Los relacionistas públicos deben evitar factores que puedan enemistar al funcionario con alguien, intentando darle cara de justo antes de héroe, de cumplidor de sus responsabilidades antes de abusivo; generador de conciliaciones, antes de multiplicador de baches. 
Con criterio siempre apegado al equilibrio común, debe recordar que el manejo de la línea de conducta comunicacional es fina, ligada al campo de las susceptibilidades y de las subjetividades, en donde lo bondadoso parece maloso y lo amistoso, arbitrario. Y el reto es mayor cuando se trata de administradores con un ego inconmensurable que los empuja a confundir su función con un reino con séquito a su mandar.
Y aquí es donde la profesión del relacionista público demanda personalidad y respeto propio, pues el reto es seguir la ética, la moral, los principios; o sucumbir a la conveniencia. Es que terrible debe ser tratar de cambiar de mentalidad a un presumido, pretencioso narcisista, para que irradie bondad, inteligencia, credibilidad.
Lamentablemente, la necesidad suele imponerse para ganarse un sueldo, sin incomodar al jefe con observaciones. Se acoplan a las circunstancias dejándose absorber por estas. Comprensible.
Pero no como otritos, que copiando a sus jefes se obnubilan y pierden la compostura para endiosarse, sintiéndose a la par de su empleador. Y alimentan las discordias oscureciendo las relaciones públicas, hasta que les llega la hora de caerse del arbolito.
Es de observar, entonces, el proceder de los administradores para concluir cómo está su imagen colectiva.
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