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Maximiliano Corradi
Desde los cincuenta, época de reflexión

Si sobrepasamos la edad de sesenta años, el tormentoso querer y el acuciar, que es propio de la juventud, debería haber disminuido. A partir de los cincuenta años la edad pasa a convertirse en edad madura; el verano tiende su mano al otoño.

Viernes 24 Julio 2015 | 04:00

 El hombre que ha madurado en el Espíritu vivirá, de acuerdo con el otoño que comienza, con más tranquilidad y cordura. Quien cree que tiene que recuperar algunas cosas, opinando que las ha omitido en la juventud, sucumbe al autoengaño. 

El autoengaño conduce a la decepción y a la resignación. Una ayuda para quienes están envejeciendo es: Aquel que desea recuperar la juventud envejece.
Sin embargo, también en la vejez se pueden dar pasos de aprendizaje, pasos de la vida que al mismo tiempo pueden ser pasos de rejuvenecimiento.  
Deberíamos dar cada día un nuevo paso de aprendizaje, grande o pequeño, afirmando las fuerzas positivas que podemos extraer sobre todo de los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña de Jesús.
A partir de los cincuenta es el mejor tiempo para la reflexión. 
Quien ha pasado los 50 años ya no debería coquetear con el dejarse tiempo, sino que debería orientarse a los ideales espirituales, madurando para representar los valores correspondientes.
Quien ha superado el pasado no siente cómo se le van los años, envejece, pero jamás será viejo. 
No echará de menos la juventud porque vive sus ideas conscientemente, no con temor por el mañana, no con miedo por lo que podría surgir todavía del pasado.
 
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