Actualizado hace: 936 días 22 horas 8 minutos
Fernando Naranjo-Villacís
El Papa Francisco en Ecuador

Llegó Francisco, el Papa sencillo, aquel que decidió romper con los esquemas protocolares y reemplazarlos por lo simple, lo sencillo, a tono con su prédica, honrando el nombre que lo identifica, aproximándose al ejemplo del santo de Asís.

Martes 07 Julio 2015 | 04:00

El Vicario de Cristo nos recordó la visita de Juan Pablo II hace tres décadas. A pesar de su diario y extenuante trabajo, al aterrizar el Airbus de Alitalia en el aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, luego de un agotador vuelo de 13 horas, Francisco arribó sosegado y vigoroso. 
El carismático líder espiritual nos conmueve con su presencia, con su vocación, con su palabra autorizada que alienta a un auténtico discernimiento para ayudar especialmente a las familias a “encontrarse y unirse con la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza”. 
El Papa con sus palabras entrañables nos invita a tener amorosa cercanía con la gente, con la familia, especialmente con los niños y los ancianos. “Ellos son nuestra fuerza  y nuestra sabiduría –nos dice-. 
Los ancianos constituyen la memoria de nuestro pueblo. Debemos tener mayor cercanía con los hermanos y hermanas que sufren, que tienen una enfermedad, que están discapacitados, tratemos de darles el sentido de la alegría. Acerquémonos  a los pobres y toquemos en su carne la carne herida de Jesús. 
Vivamos la vocación de ser protectores de la obra de Dios como parte esencial de una existencia virtuosa”.
Francisco refiere que: “La raíz profunda de los problemas ambientales es un antropocentrismo (Concepción filosófica que considera al ser humano como centro de todas las cosas y el fin absoluto de la creación) que pretende ser criterio de verdad y de bondad, deformando el uso de la tecnología, la ciencia, la investigación, la innovación, el trabajo y la política. Es necesaria una nueva cultura, “otra mirada” para que el hombre se pueda servir de ellas para el cuidado de la casa común. 
El buen uso de la tecnología y de las ciencias, requiere un cambio en las personas, reconocer que el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado”.
Henchidos de gozo, con el corazón y los brazos abiertos, recibimos al Obispo de Roma, con testimonios de fe, cánticos y oraciones. En los parques: Bicentenario de Quito y Samanes de Guayaquil, con la presencia multitudinaria y emocionada, invocamos por la unidad y la prosperidad de la familia ecuatoriana y planetaria.
 
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