¡Bienvenido a ésta tu querida América morena en cuyo extremo sur naciste! ¡Sí, bienvenido a este suelo mestizo, que siendo Quito, hace tiempos por esnobismo lo denominaron Ecuador! Es una sin par deferencia tuya, que el retorno a tu continente se inicie en esta patria, pequeña en territorio pero inmensa en muchos otros valores.
Quito, Guayaquil y la nación toda te acogemos con respeto, fe y más que nada esperanzas; sí, ¡muchas esperanzas! de que con tu humildad y sapiencia iluminarás a todos los comunes como quien escribe y a quienes lideran, dirigen y/o gobiernan en, desde los más pequeños círculos de cualquier índole: Empresas, clubes, cabildos, hasta y vitalmente las aquí llamadas funciones; así ahora estén o no esos líderes en el poder y con las decisiones que guían los pasos de este pueblo, que en su gran mayoría profesa la religión que tú representas, existiendo también no creyentes y otros que aún estamos buscando la Verdad, misma que tu presencia nos ayudará a encontrar, Santo Padre. Por eso y más, ¡bienvenido, Francisco! y aprovecho para confiarte algo que hace lustros un duendecillo que habita en mis neuronas me dictó, luego me atreví a musicalizar y al sentirlo mío, titulé “Te busco”:
“¡Te busco! ¡Cómo te busco! / Te busco... y no te encuentro. / Ni en el rictus de la muerte, / ni en un cuerpo sin abrigo, / ni en la queja del enfermo, / ni en la mano de un mendigo. // ¿Existes? // ¿Dónde es que existes? / ¿En el gesto del soberbio, / la avaricia del corrupto, / en el verbo del farsante, / la inocencia del ingenuo, / o el poder del gobernante? / ¿En la sonrisa de un infante, / la ternura de una madre, / el esfuerzo del obrero, / la esperanza del migrante? / Ahí te busco... y empero, / mi visión es dubitante... // Ya que todo Tú lo puedes, / Hacedor de cosas bellas... / no permitas ya más guerras, / ni hambre, peste, ni sida, / danos otra vez estrellas... / a esta humanidad herida. // Te busco, te busco… te sigo buscando. // Te busco, te busco... no sé hasta cuándo. // Y yo te sigo buscando, / tal como eras en mi infancia, / antes de abrir los ojos / y ver tanta diferencia. // Te sigo buscando… te sigo esperando. // ¿Cuando Tú vendrás? No sé, no sé hasta cuándo… // ¡Hacedor de cosas bellas, / no permitas ya más guerras! / ¡Danos Tú la paz… danos Tú la paz! / Dime, dime… ¿Dónde estás? //¡Te busco, te busco... te sigo buscando!”
Con tu presencia y el mensaje que traes, algo me dice que me ayudarás a por fin encontrar a quien sin ignorarlo busco con su Verdad de la que Tú eres portador; es que antes de partir para siempre, quisiera decir ¡lo encontré y fue por Francisco!
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