P or variadas razones, hoy en diversas partes del mundo, la paz, actitud que pone tranquilidad y sosiego en las relaciones del género humano, se ve alterada y degenera en verdaderos caos y holocaustos que ciegan miles de vidas, unas de combatientes y las más víctimas inocentes, en su mayoría mujeres y niños, que huyen de los conflictos que intereses insanos gestan dirigidos por individuos y capitostes enloquecidos por ansias de dominación o complejo de superioridad, por perversos que quieren imponer credos y costumbres alejados de principios éticos y morales del sano convivir universal.
Las dos guerras mundiales (1914 – 1920 y 1938 – 1947) recuerdan insucesos que avergüenzan a la humanidad. Las fuerzas del fascismo hitleriano, al principio unido al comunismo moscovita, masacraron, los primeros a millones de judíos, gitanos y otros seres humanos que consideraban inferiores; mientras los segundos, al iniciar la imposición de su doctrina, arrasaron en la república polaca con millares de jóvenes conscriptos que se negaron a secundarlos en sus prácticas de crueldades y llenas de ignominia.