Dentro de ese escenario de preocupación social ambientalista, la Confederación Sindical Internacional (CSI), con 166 millones de trabajadores afiliados a 309 organizaciones en 156 países, en una encuesta  en nueve estados desarrollados o no, que representan la mitad de la economía mundial, determinaron que el 90 % de los entrevistados exigirá a sus líderes que asuman medidas terminantes para proteger a la comunidad internacional de los horrores del cambio climático, de esa cifra el 70 % fue más radical, al demandar que tales acciones sean puestas en práctica inmediatamente, sin dilaciones, en los próximos doce meses. 

Los efectos de las transformaciones atmosféricas ya se perciben en áreas insulares como Indonesia y Filipinas,  en  Centro y Suramérica (Colombia, Ecuador y Perú); sin embargo, hay quienes creen que está muy distante el año 2950 en que la temperatura  media superaría los dos grados centígrados, como se ha previsto, con toda su secuela  de desgracia y desolación, desconociendo que nuestros  hijos y nietos supervivirán para esa  época, obligando a las actuales generaciones a sumarse a los movimientos que claman por la vigencia de una justicia climática, siendo la propuesta más práctica elegir conductores del Estado que sientan los alcances del peligro y se comprometan con sus electores, so pena de revocatoria de mandato, a convertir en prioridad los programas de adaptación y mitigación al cambio climático.

Hay señales tranquilizadoras,  en la próxima cumbre de París, las naciones del denominado Grupo de los 7, las más ricas, que más ensucian “la casa común”, llevarán una fórmula vinculante u obligatoria, de disminuir los efluvios tóxicos  entre el 40 y 70 % para el 2050, ofreciendo para el 2100 una economía libre del uso de combustibles fósiles, utilizando nuevas fuentes energéticas alternativas como la solar, eólica, hidroeléctrica u otras más amigables con la naturaleza, generadoras de fuentes de trabajo.