El fútbol a veces se mezcla con la política, y más en un país como Chile, en el que hasta hace un cuarto de siglo (1990) la dictadura imperó a sus anchas. Al entrar en el estadio Nacional de Santiago, donde este sábado a las 15h00 se jugará la final, resaltan unos 200 asientos viejos, demacrados, símbolos de otra época. 

Es la llamada ‘escotilla 8’, la puerta por la que metían al interior del viejo estadio a los detenidos en el régimen militar chileno a comienzos de los años 70. 

Mataban. Sobre todo al principio de ese período, la ‘escotilla’ fue usada como centro de detención y tortura. De hecho, se calcula que entre 200 y 300 prisioneros se hacinaban allí, y así lo muestran las fotografías que informan en el lugar, a escasos metros del césped donde los jugadores patean la pelota.

El lugar. La historia será repetida hasta la saciedad estos días por toda la prensa mundial, cuando se divise ese hueco enorme entre las abarrotadas tribunas del Nacional, donde Argentina y Chile jugarán por el título. “Esto es una muestra de la memoria colectiva del pueblo chileno y no podemos olvidarla. La Copa nos debe servir para recordar a los que murieron por nuestro país”, dijo  al diario Marca de España, Cecilia Rodríguez, una de las funcionarias del estadio, quien añadió que aún hoy estas gradas respetan su madera original, tal y como los sufrieron aquellos chilenos repudiados por el régimen. 

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