Actualizado hace: 935 días 2 horas 14 minutos
Diego C. Delgado Jara
Sobrevivencia y libertad de un pueblo

Martes 30 Junio 2015 | 04:00

Cansados de tantos abusos, humillaciones, agravios, lluvia de impuestos, leyes represivas, uso atrabiliario del poder al margen de las garantías constitucionales, inversiones dudosas, ausencia total de fiscalización, los ciudadanos de todos los confines de la República han decidido reaccionar y se han movilizado con rebeldía en plazas y calles de todo el país.

La propaganda oficial, que sigue los métodos de Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich, no ha sido suficiente para inmovilizar al pueblo molesto, como no lo son sus conocidos “principios” de vulgarización, orquestación, renovación, verosimilitud, silenciación, entre otros. 
“La masa no nos obedece y está rebelándose a nuestros empeños de lavado cerebral” deben reflexionar los encargados de domesticar con la propaganda incesante a nuestra nación.
La línea perversa de inocular miedo constante sobre la sociedad, parecería insuficiente en esta hora de la Patria erguida y cansada de tanto atropello. Las fórmulas probadas con éxito en la Alemania de Adolfo Hitler, con las recomendaciones del jefe de la Gestapo Heinrich Himmler, quien manifestaba que “La mejor arma política es el terror. La crueldad impone respeto. Los hombres podrán odiarnos, pero no queremos su cariño. Solo queremos su odio y que nos obedezcan con absoluta sumisión y sin chistar; acorralados por un pánico irresistible”, al parecer les están fallando. El pueblo ecuatoriano se niega a ser domesticado por una fuerza depredadora que se ha quitado el disfraz.
Los derechos humanos han sido groseramente restringidos. Hasta opinar y transmitir pensamientos, reconocidos en la Constitución y Declaración Universal de Derechos Humanos, se lo busca sofocar con la Ley Orgánica de Comunicación, y ahora con la declaratoria de “servicio público” según las reformas constitucionales del Ejecutivo –que sueña con la reelección indefinida con opacos procesos electorales- y que deben ser archivadas, por infames y antidemocráticas, con mayor fuerza que las leyes tributarias de las herencias y de la plusvalía. ¿Hasta cuándo tanto impuesto? 
Derechos constitucionales se anulan con simples decretos ejecutivos. Reglamentos priman sobre leyes, y éstas sobre la Constitución. Los métodos jurídicos son los de Carl Schmitt, doctrinario del nazismo. La supremacía constitucional es falacia. La Constitución es un texto que quizá alguien lo utilice para atrancar alguna puerta.
Frente a la arbitrariedad absoluta se ha levantado el pueblo que grita masivamente que le saquen el dogal sobre su garganta al grito de “Fuera fulano fuera”, consigna que algunos temen sea coreada –por cientos de miles de voces- en presencia del papa Francisco.
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