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Herencia
El ceibo nuestro de todos los días

Cuando hace 40 años José Pozo llegó a Manabí le impactaron los ceibos. Vio erotismo en sus figuras y después lo reflejó en sus pinturas

Sábado 27 Junio 2015 | 04:00

El ceibo es el árbol de la provincia. Así lo señala la gestora cultural Celia López. Ella sostiene que eso es en parte gracias a la influencia  y a la sensibilidad de pintores, poetas, músicos y fotógrafos. 

Este árbol también ha sido y es fuente de trabajo para muchos que han sabido aprovechar los recursos que se generan a través de él. Como la lana de ceibo, la miel de ceibo, además este ha sido fundamental para la protección  del bosque seco y de un sinnúmero de aves  que viven en  su entorno, señala.
En abril, la Corporación Provincial de Manabí declaró al ceibo como patrimonio natural y símbolo de Manabí, que implica, además de su protección y reproducción, investigación de sus bondades.
>herencia. López aclara que el ceibo no es un árbol solo de Manabí es de la región costera ecuatoriana, incluso hay cantones donde “no vemos ceibos, pero sí se convirtió en un árbol emblemático de la región”. El ceibo es tan ancestral que su lana ya era utilizada por los aborígenes para elaborar artículos que servían para los momentos de descanso, según cuentan cronistas.
>SU PROTECCIÓN.  El ingeniero forestal Johnny Ayón, estudioso de la especie, explica que uno de los principales mecanismos de protección que le permite al ceibo alcanzar su madurez es que en su estado juvenil, en la cuarta parte de los cerca de 150 años de vida que tiene, su tronco está totalmente cubierto de fuertes espinas cónicas, cortas o gruesas, señala una publicación de El Universo. Lo hace porque al ser un árbol que retiene mucho líquido en su tronco, su madera es blanda, pero lo suficientemente fuerte para protegerse de los roedores que intentan rasgar su corteza. Con estas espinas evita que lo dañen en su proceso de crecimiento, para poder acoger las madrigueras de diferentes mamíferos, años después. Los agricultores de los valles de Sancán, Quimís y Membrillal, en el cantón Jipijapa, recogen el algodón de los ceibos para la elaboración de prendas de vestir, rellenar colchones y para artículos de uso doméstico. 
Arturo Molina escribió este poema al ceibo: “Visten una ciudad completa con su límpida y sublime presencia. Sus vestidos de esmeralda dan pomposidad a cada cumbre y bañan al suelo con hojas mustias que lloran despavoridas porque el viento les arrebató el sueño, ahora caen a un lecho de flores donde las mariposas encontrarán paz y tranquilidad. Y aún en la opacidad del atardecer viejo, estos árboles presumen su resplandor como perlas de Umiña que curan cualquier mal. Como estrellas titilan; sencilla y majestuosamente. Fuertes ramas arraiga donde uno puede colocar esperanzas e inspiración, una obra de Dios”. 
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