Actualizado hace: 931 días 9 horas 57 minutos
Mauro F. Molina
At majorem del Gloriam...

El papa Francisco, en su humana sabiduría acaba de elevar a los altares a monseñor Romero, quien fuera asesinado por su labor pastoral en pro de los desvalidos en El Salvador.

Jueves 18 Junio 2015 | 04:00

Honor  merecido,  habida cuenta que fue sacrificado por una causa justa.

En vísperas de su llegada a Ecuador, deseo proponerle que honre con dicha distinción al virtuoso eclesiástico que hizo honor a su vocación sacerdotal. 
Y quien por años fuera párroco de La Merced,  muriera en olor a santidad y llorado por todo Portoviejo, Julio María Íñiguez.
Yo, como muchos de los parroquianos que hemos traspasado la edad plateada, lo conocí. 
Fui testigo de su vida ejemplar; de su entrega al sacerdocio; de su despego de lo material. 
El padrecito Julio, como lo llamábamos, demostraba su elevada bondad.
Al visitar al pobre que en una choza de caña guadua exhalaba su postrer aliento, llevándole la Eucaristía a su cama.  
En las noches cuando las estrellas titilaban en el cielo manabita, él, de noble corazón, de enjuta y elevada figura, iba por las empedradas calles del Portoviejo de ayer, en pos del desvalido. 
Alejado del “mundanal ruido” estaba cerca al sufrir del pueblo católico que le profesaba una reverencia sólo dedicada a los nobles. 
Sus votos sacerdotales y su fe en el Nazareno fueron los estandartes que brillaron en su modesta existencia y ubicándote en un pedestal donde lo humano y lo divino se funden para en ardiente pira mística levantar al caído. 
Y para entronizar el Evangelio mientras regaba la semilla del amor casto a la dulce Virgen de las Mercedes.
No descolló al estilo de los jesuitas Chiriboga y Abrisqueta, cuya oratoria embrujó a los creyentes con su verbo límpido.
Pero su aureola de beatitud iluminó el romántico y apacible Portoviejo cantado por el  bardo, don Vicente Amador Flor.
En su lucha por erradicar la pobreza, Julio María Íñiguez, copió en sí la imagen y el espíritu de San Francisco de Asís.
Y se adelantó con su modesto porte a las prédicas de socialización cristiana del Pontífice actual, Monseñor Leonidas Proaño y el asesinado Arzobispo Romero.
Portoviejo lo pide: 
Canonícese al padre Julio.
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