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Azogues
En Cojitambo se asentó el poder

Cuando a Natividad Reinoso le preguntan de Cojitambo se llena de orgullo. Habla de las bondades de su tierra y de la riqueza arqueológica y antropológica que posee.

Sábado 06 Junio 2015 | 04:00

En sus testimonios siempre cuenta sobre un hallazgo de hace diez años donde se descubrieron restos de 14 personas con varios objetos de oro y dientes de marfil, los que según informaron los arqueólogos, pertenecían a los incas que invadieron a los cañaris en el período que va 1460 a 1532 d.C. 
Es que en Cojitambo se encuentra eso y más, porque en su cerro están ubicadas las ruinas de lo que fue un centro de vigilancia cañari y un fuerte militar inca. 
PUEBLO CAÑARI. Juan Diego Urgilés, presidente de la parroquia, explica que el pueblo cañari se asentó de  500 a 1460 d.C). Fue un grupo rebelde que se resistió a la invasión inca; sin embargo, llegaron a un consenso con ellos, pues eran buenos arquitectos, por eso las ruinas que actualmente se conservan en el cerro tienen rasgos incaicos, pero el sistema de piedra de cantera y lodo de que están hechas son netamente cañaris.
“Las gradas existentes tienen dos escalones cercanos y uno largo, de tal manera que los chasquis (mensajeros) descansaban sus piernas al dar dos pasos cortos y uno largo”, explica Urgilés. De ahí surge el nombre de la parroquia: Cojitambo, cuya traducción al kichwa es Curitambo y significa “Descanso de oro”. El sitio arqueológico está ubicado en el cerro del mismo nombre a 11 kilómetros de Azogues, está conformado por un complejo de ruinas y tiene una altura de 3.076 metros sobre el nivel del mar. El cerro es una formación de roca volcánica con la que se construyó la iglesia de Cojitambo.
EL COMPLEJO. Lo que queda de las ruinas fue lo que se pudo restaurar hace 12 años en una investigación que hizo el arqueólogo Santiago Carrillo. Hay muros originales y una construcción llamada Chapanahuasi, un mirador  en el que se conjuga la función ceremonial cañari con el fuerte militar inca, un templo administrativo y sitio de vigilancia. Urgilés indica que en las ruinas también se conserva el usnu, una edificación en forma de ‘U’ en el cual se guardaban las ofrendas. 
Todos estos conjuntos, que se complementan con otras evidencias de carácter militar y religioso, se articulan con el Camino del Inca que pasa por la base del cerro, donde también se encuentra la cueva Masho–Jutcu o ‘Cueva del murciélago’, adonde llegan visitantes nacionales y extranjeros atraídos por los misterios que encierra y por la leyenda de que supuestamente allí Rumiñahui guardó los tesoros del Reino de Quito. 
Raquel Méndez dice que esto se convirtió en un problema para Cojitambo, porque antes visitantes se llevaban fragmentos de oro, tinteros de barro, y más, algo que ya no volvió a suceder, explica.
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