Insulza se fue dejando a la OEA con una serie de expectativas en cuanto a la integración funcional de la misma, a partir del regreso de Cuba y el posible restablecimiento de relaciones diplomáticas entre la isla caribeña y Estados Unidos.

Igual, del comportamiento de los estados que, integrando agrupaciones regionales de tendencias de izquierda, como el Alba y Unasur, demandan cambios en las injerencias de secciones como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que reciben denuncias de violaciones contra regímenes como el ecuatoriano, cuya receptividad los incomoda.

Y en algún momento deberá afrontar la disyuntiva creada por las voces de países que piden sacar la sede de la OEA de Estados Unidos y trasladarla a Costa Rica, por ejemplo, cuando la contribución del país norteño es de cerca del sesenta por ciento de presupuesto de la Organización.

Como en todo inicio, habrá que esperar a ver cómo Almagro manejará al potro desde el arranque de la carrera.