Actualizado hace: 936 días 20 horas 51 minutos
Creencias populares
La leyenda del ‘hueso’

La tradición ancestral de la cultura montuvia se evidencia también en las creencias populares de su entorno.

Miércoles 27 Mayo 2015 | 04:00

“Era un amanecer de verano con sus verdes pajonales y doradas campiñas, despertados con los ardientes rayos de sol naciente, por el cantar del gallo y el balar de las vacas…
Los campesinos religiosamente y por ser día domingo se encaminan al pueblo llevando numerosos productos agrícolas para la venta, llevando también la lista de víveres para abastecerse de los artículos para satisfacer sus necesidades.
Ataviados con vestimentas blancas, cubiertos sus pies de alpargatas, machete al cinto y sombrero alón a la cabeza, salpican típicamente los caminos y senderos manabitas haciendo juego con la exuberante vegetación tropical.
Los habitantes de la Hacienda ‘Las Marías’ incluyendo a Don Agapito Zambrano y su esposa, también se encaminan ‘pal pueblo’ dejando en la casa de campo a su querida hija, montuvia, pero graciosamente, de ojos negros dulces.
A poca distancia de la casa de la familia Zambrano vivía en una choza de aspecto miserable, un anciano repugnante de larga barba, cubierto de harapos y con un penetrante olor a azufre. Más parecía el espíritu del mal que un ser humano normal y corriente. 
Nadie conocía su procedencia, los montuvios comentaban supersticiosamente su aparición, llegando a decir que ese lugar era ‘muy pesado’, por la noche se oían ruidos extraños, se presentaban gallinas negras, se encendían y se apagaban luces intermitentes, entre otras.
Flor María que se llamaba la hija de Don Agapito después de despedir a sus vecinos que lo visitaban, partieron. En tanto que doña Anastasia, mujer de Don Agapito, hacía la siesta, éste fue a ‘los gallos’, diversión a la cual era muy aficionado.
Cerca de las 5 de la tarde era cuando emprendió el camino de regreso a la hacienda en compañía de otros campesinos que llevaban al mismo destino.
A la caída del sol, que el campesino lo conoce como la hora de ‘la oración’ llegando a la casa, extrañándose de no ver a Flor María en la ventana, como era de costumbre cuando sus padres retornaban. 
Don Agapito, intrigado, desmontó de su caballo, seguido de su esposa y algunos peones; al pasar por el jardín encontró todo desordenado y con el característico ‘olor a azufre’.
Entra a la casa gritando a Flor María y un profundo silencio en la oscureciente tarde fue la respuesta. Inmediatamente se organizó la búsqueda de la muchacha, entre los sollozos de la madre y la ansiedad del padre.
Al principio buscaron inútilmente pero luego, y con ánimos un tanto calmados, siguieron lo que parecía la huellas de un animal y el ambiente sulfuroso. Los peones de la hacienda que ya comenzaban a comentar supersticiosamente el asunto, con el respectivo miedo tuvieron que ser serenados por la voz fuerte de Don Agapito.
Muchas horas siguieron al patrón hasta que al pie del tronco de un grueso matapalo encontraron los huesos de una vaca, y el anciano había desaparecido del lugar.
Desde aquel tiempo se conoce a ese lugar como recinto ‘Hueso de vaca’, que pertenece a la añejada parroquia Canuto del cantón Chone de la provincia de Manabí”.
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