Actualizado hace: 936 días 10 horas 6 minutos
Jorge Luis Bowen Loor
Objetividad periodística

Martes 26 Mayo 2015 | 04:00

La noticia es, sin duda, el género por excelencia del oficio periodístico. Su función y su misión son claras y, a la vez decisivas: Informar de forma clara, directa y precisa. Sin  embargo, elaborar una noticia no constituye un trabajo sencillo. 
La meta inalcanzable de la objetividad siempre estará en el horizonte y corresponderá al redactor aplicar una serie de parámetros, directrices y recomendaciones para evitar que su “información” navegue hacia otros escenarios cercanos, pero con finalidades diferentes: La interpretación y la opinión. En los medios las funciones son distintas en una sociedad conservadora, liberal, dictatorial, comunista, etc. Los objetivos, las ayudas y los elementos correctores son diferentes en unos ámbitos u otros. 
Para conocimiento de nuestros lectores, los medios no son independientes, ya que están sometidos a un marco jurídico, político y social concreto y a una realidad política, económica y cultural determinada. 
El medio está condicionado por su capacidad técnica y tecnológica, a la vez que por el mercado y por sus consumidores. Y dentro de ese entorno social, los medios pueden sufrir censura e incluso se pueden autocensurar con unos fines y unos objetivos muy concretos.
La posibilidad de generar corrientes de opinión es esencial en una sociedad y sobre todo en la democrática, pero es verdad que la capacidad de manipular y tergiversar de los medios de comunicación también es considerable. “Los medios no sólo transmiten, sino que preparan, elaboran y presentan una realidad que no tienen más remedio que modificar cuando no formar”.
Realmente, es cuando entra en juego el término objetividad, un planteamiento hacia el que debemos tender en los medios de comunicación cuando elaboramos información. Es cierto que es difícil ser siempre objetivos: las circunstancias personales, las de los medios... pueden llevarnos a no serlo del todo, pero nunca hay que perder de vista ese horizonte de objetividad que es hacia el que debe llegar todo aquel que se denomina periodista. 
No es sencillo, muchas veces las presiones, los planteamientos propios, los condicionamientos del medio e incluso de la publicidad pueden conducirnos a perder de vista esa línea imaginaria que es la objetividad, pero hay que intentar evadirse al máximo de esas circunstancias para ejercer nuestra profesión de la forma más libre, correcta y perfecta posible, y será así cuando se reconozca a un buen periodista de uno mediocre.
 
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