Francisco también es de tez blanca y ojos color turquesa. Se conocieron cuando compartían almuerzos en la Fundación Cristo Rey, donde acogen a adultos mayores. Rosa tenía 78 años y Francisco 63. Ella es oriunda de Chone y él de Portoviejo.

Ella dice que fue amor a primera vista y quienes comían con ellos también lo notaron. Un día, cuando todos sabían que el bichito del amor los rondaba, le dijeron a Panchito, hombre separado y con varios hijos, que haga el favor de llevarla en su bicicleta. Él les respondió que no porque iría incómoda en el frágil vehículo. Pero ella insistió y dijo que no le importaba.

Cuando llegaron a la casa de él, la rubia dama le confesó su amor, le dijo que quería ser su esposa y tomó la determinante decisión de quedarse viviendo con él. Francisco aceptó y ya llevan tres años de feliz unión. 

A la bicicleta le adaptó un asiento de madera, en el que  Rosa viaja cómodamente. Ella le dice “mi gato” y juró ante Dios que estará con él hasta el fin de su vida. Recientemente le dio chikungunya, pero el viernes estaba a su lado, desafiando a los síntomas de la enfermedad de moda en Manabí.

Rechazo. Todos los días se ganan la vida vendiendo golosinas en los bajos de la Coordinación Zonal de Salud. Quienes van al hospital o a entidades cercanas les compran caramelos. Sus presurosos clientes no pueden evitar mirarlos, pues constantemente están sonrientes y tomados de la mano. 

La economía del hogar la complementan con el Bono de Desarrollo Humano que ambos reciben.

Cuando termina la jornada, la feliz pareja se va a la casa que comparten en la ciudadela Pacheco. Allí planifican la siguiente jornada, en la que no puede faltar la dosis de amor y apoyo.