Sánchez, quien fundó Foto Din hace 47 años, pero que se dedica a la fotografía desde hace 54 años, cuenta que con la llegada de equipos digitales  fue más difícil competir con los centros fotográficos de franquicias nacionales, quienes se han especializado en revelado a bajo costo.

Sin embargo, considera que su mayor capital está en todo lo que ha podido captar su lente. A lo largo de más de medio siglo ha registrado la historia reciente de la provincia.

Por ello hizo una donación al museo de la ciudad con alrededor de un millón y medio de fotos y casi dos millones de negativos.

Alternativas. María Cedeño es parte de la familia Ávila, del Fotoestudio Koyac. El establecimiento aún guarda los fondos que usan para decorar las fotos sin intervenciones digitales.

María dice que con la llegada de equipos digitales se hizo más fácil que cada uno tenga una cámara o que un fotógrafo se encargue de imprimir por su cuenta las fotografías.

Octavio Zambrano, quien colabora con el establecimiento desde hace unos 25 años, recuerda que en la ciudad hay al menos cinco de estos estudios fotográficos que con la llegada de nuevas tecnologías vieron mermada su clientela.

De hecho, señala que ahora con un teléfono celular se puede obtener una fotografía que luego puede ser impresa sin requerir pasar por un foto estudio.

Tradición. Victoria Sánchez recuerda que su madre la llevaba siempre a uno de estos estudios por la fotografía que se requería al inicio del año lectivo.

Ayer ella hizo lo mismo, pero con su hija Ginela. La llevó al mismo estudio, le acomodó la vestimenta, verificó que su peinado fuera correcto y la puso frente a la cámara.

“Sonría”, dijo el fotógrafo Manuel Sánchez desde atrás del lente. La niña lo hizo y junto a un flash enceguecedor captó su imagen.