Actualizado hace: 937 días 35 minutos
Portoviejo
13.800 voltios no pudieron con él

Javier Mendoza lo recuerda con claridad. Era el viernes 13 de enero del año 2012 y sobre Portoviejo caía una lluvia intensa cuando él sufrió una descarga eléctrica.

Domingo 26 Abril 2015 | 04:00

Tenía 27 años y trabajaba en la reconstrucción del hospital Verdi Cevallos
.
En su labor de obrero albañil estaba en la parte más alta. Tenía el celular en el bolsillo izquierdo del pantalón. La lluvia seguía implacable.
Los cables de alta tensión estaban muy cerca.
De pronto, alguien le dijo que recibiera una varilla de hierro. Cuando la tomó, sólo sintió fuego en su cuerpo.
Recuerda que aunque no tocó los cables, la atracción de la electricidad lo elevó y lo movió de un lado a otro. Fueron 13.800 voltios que ingresaron por los brazos que sostenían la varilla y salieron por la pierna izquierda, donde estaba el celular.
Increíblemente, Mendoza no perdió el conocimiento. Los paramédicos lo trasladaron hasta un cuarto del hospital y, según le contaron después sus familiares, los médicos esperaban cuatro horas para el fallecimiento, por la fuerza de la descarga.
Cumplidas las cuatro horas, los doctores decidieron enviarlo al hospital Luis Vernaza de Guayaquil.
En esa casa de salud, dice, lo intervinieron y le fueron amputados sus brazos ya carbonizados. La pierna izquierda, también quemada, fue salvada. Dentro del cuerpo sufrieron daños la vesícula, el apéndice y gran parte del hígado. Le quedó un pedazo de este órgano que esperan que se regenere poco a poco. 
El proceso de recuperación también fue admirable. Era de seis meses, pero lo hizo en tres.
AGRADECIDO. Mendoza ahora se siente un bendecido de Dios. Considera que antes no era una buena persona, pues novelerías de juventud lo llevaban al mal camino; pero dice que en el hospital Luis Vernaza observaba cómo personas electrocutadas con corriente de 220 voltios estaban en peor condición que él.
Por eso destaca que la electricidad lo dejó sin brazos, vesícula, apéndice y hasta sin mujer, pues ella lo abandonó luego del accidente, pero está con más fe.
Ahora acude a una iglesia cristiana. No pierde el buen humor ni las ganas de vivir. Aún así espera en algún momento recibir aunque sea un brazo artificial liviano que le permita el uso. Destacó que en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social le dieron dos, pero son muy pesados y no los puede maniobrar, por eso no los utiliza. 
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