Al margen de la disposición que elimina el aporte anual del 40 por ciento por parte del Estado para las pensiones jubilares, la reforma laboral es más para lo segundo. Da más seguridades a los empleos ya generados y a las “trabajadoras del hogar”, como ahora se denomina a quien antes se le decía “ama de casa”. Y claro, esta es la tónica del gobierno y por lo tanto luce consecuente consigo mismo.

Pero la reforma es más hostil con los empleadores y empresarios, al elevar los costos de producción en un país que ya está caro. Para el Ecuador de hoy, que enfrenta un bajón de ingresos por la caída del precio del petróleo, era más conveniente crear una reforma laboral que promueva la generación de empleos, aunque tenga un costo político en el corto plazo.

La reforma incluye algunos aspectos positivos, pero poco trascendentes, como la mensualización de los décimos y la simplificación de algunos aspectos de la relación laboral, pero desde una visión general es una oportunidad desperdiciada porque se pudo avanzar como país volviendo más eficiente una herramienta tan importante.