Hoy, el Gobierno de la Revolución Ciudadana, considerando que las provincias, sus capitales y cantones, han cumplido su mayoría de edad y en acatamiento a lo establecido por la Constitución de Montecristi, ha entregado los fondos pertinentes para que municipios y prefecturas administren la cosa pública de su jurisdicción en concordancia con la visión unitaria nacional de país, de ecuatorianidad, desechando los sufijos ismos que más que chovinismos olían –huelen- a separatismo, a una mal copia de federalismo.
A esa tangible propuesta se han allanado la casi totalidad de provincias y ciudades porque la misma es democrática en su equidad y proporcionalidad, aunque obviamente es perfectible y los logros administrativos y políticos se darán en el proceso dinámico, en el plazo mediato de su ejecución.
En el caso de la capital manabita, el actual alcalde, no obstante, su buen deseo de ejercer su rol y tener el visto bueno de un respetable sector, está consciente de su gran responsabilidad y ha empezado por “aliviar” la carga burocrática del cabildo cesando paulatinamente a empleados y funcionarios. Sus razones matemáticas tendrá y ojalá prime lo técnico sobre lo político y llegue al ideal del 25 por ciento para gasto corriente y el 75 por ciento restante para obra pública, lo que sería un caso inédito de municipio eficiente en la historia de Portoviejo y el país.
La presencia del presidente Rafael Correa en la sesión solemne del 12 de marzo testimonia, en su predisposición a Manabí y a Portoviejo, que el Gobierno de la Revolución Ciudadana no discrimina ni jerarquiza ciudad o región, tenga o no membrete de Alianza PAIS, sino que colabora con administraciones locales que atienden con prioridad las necesidades básicas de su población, desechando oscuros intereses de tradicionales cuotas partidistas o compromisos de campaña. El burgomaestre tiene abierta la coordinación con el Gobierno, pero sobre todo su potencial logístico y capacidad -que no está en duda- para ejercer una óptima administración cantonal que soslaye el paternalismo por la exigencia de su derecho, pero en el goce de su autonomía.