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José Toro García
Cuando las palomas se convierten en plagas

Desde los inicios de la humanidad las palomas han sido símbolo de paz, de buenas noticias, del candor, la sencillez y la inocencia.

Viernes 17 Abril 2015 | 04:00

 Los ancestros de la  paloma de castilla se sitúan entre las domesticadas hace aproximadamente seis mil años en África y otras regiones, luego se escaparon del hombre y llegaron las ciudades donde se adaptaron a vivir en las urbes con fuentes seguras de alimentación, anidación y agua, entre otros factores para sobrevivir y multiplicarse. 

Conforme lo relata la Biblia, luego del diluvio universal, una paloma enviada por Noé trajo en su pico una rama de olivo como señal de que la tierra había recobrado su producción al bajar el nivel de las aguas. 
De igual importancia es el hecho que esta ave es fuente de alimentación de las personas desde la época del imperio romano, y cuando éramos niños, especialmente a los delgados, aparentemente débiles, convalecientes y mal nutridos, nuestros padres nos alimentaban con caldos y otros platos preparados con las palomas de castilla que se criaban en el patio, se  adquirían en el campo o en los mercados. 
Esta especie animal es, indudablemente, un atractivo turístico en muchas ciudades, y una de las más caracterizadas en este aspecto es la Plaza de San Marcos, en Venecia, donde los visitantes se fotografían con palomas posadas en sus brazos o en su cabeza. El problema radica cuando sus poblaciones, como en Venecia, crecieron alarmantemente hasta bordear los cien mil animales.
Las palomas representan graves problemas para los seres humanos y su entorno habitado: son reservorios virus, hongos, bacterias, piojos, y otros parásitos que pueden afectar a las personas y a los animales domésticos al transmitirles numerosas enfermedades y molestias con su presencia. Sus heces, debido a los ácidos  que contienen, ensucian y corroen paredes, techos, pintura de los vehículos, monumentos; caen sobre la ropa y los transeúntes, acumulan desechos en canalones de evacuación de aguas lluvias, en plazas y calles de las ciudades; y al secarse sus excrementos producen alergias.  
Cuando infestan los espacios entre el techo y el cielo raso de casas los problemas se incrementan por las crías muertas y huevos podridos.
En Portoviejo, y en otras ciudades del Litoral, el número de estos individuos está creciendo de manera incontrolada y sus molestias ya se evidencian en edificios, plazas y en las personas. 
Ante este nivel de plagas ya alcanzado por las palomas, es urgente adoptar medidas para evitar más daños. Los métodos físicos, mecánicos, sonoros, químicos, etc. no han dado los resultados esperados. Las acciones eficaces a nivel mundial son prohibir que sean alimentadas, eliminar sus nidos, y el suministro adecuado de anticonceptivos. 
 
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