Unas pocas gallinas escarban la tierra y un perro ha hecho de los escombros una improvisada casa. 

Hasta el 19 de marzo en el sitio habitaban ocho familias. 

Yuly Minda nació allí y en el sitio ha vivido toda su vida.

Desde el día de la tragedia comparte una vivienda con otras quince personas en un albergue que está a 300 metros de su antiguo hogar.

Allí pasa sus días al cuidado de sus hijas, cocinando y lavando la poca ropa que pudo rescatar.

La vida de la familia de Yuly gira en torno al campo y la posibilidad de habitar las casas que ha prometido el municipio en la ciudad los pone a pensar. 

El alcalde Víctor Manuel Quirola ha anunciado que el cabildo construiría 20 soluciones viviendísticas para los damnificados de El Lelia. 

Una de las opciones para su reubicación sería la urbanización Ciudad Verde, “es algo que aún se está analizando”, manifestó el burgomaestre.

La mamá de Yuly hace quesos y el papá es agricultor. La tierra en la que viven desde hace más de 35 años es su hogar y su sustento.

Por ahora permanecen en un albergue.

“El otro día vinieron algunos funcionarios a decirnos que si teníamos un terreno, el Estado nos construiría las casas, pero lo único que teníamos ahora no es habitable por el peligro de que la montaña siga bajando”, contó la joven.

Ella trabaja como recaudadora en una de las ventanillas del peaje de la vía Santo Domingo-Alóag.

Hasta el sitio llega por las tardes y cuando cae la noche sueña con volver a tener una casa propia en el asentamiento El Lelia, donde las heridas de la tragedia aún están abiertas.