Los gobiernos de los países deben reconocer y gratificar con mejores sueldos y otros estímulos positivos la labor de estos quijotes y no restárselos.  

Este es un deber ineludible y sin demagogias que debemos cumplir los alumnos, que en la niñez, juventud y adultez fuimos a los jardines de infantes, escuelas, colegios y universidades. Gracias a esos maestros  y maestras ahora somos distinguidos profesionales en las diferentes ramas del saber humano: médicos, ingenieros, arquitectos, abogados; excelentes artesanos, lúcidos activistas de la transportación, fecundos agricultores, brillantes pescadores; exitosos comerciantes y empresarios, meritorios sacerdotes, honorables policías y militares, directivos dinámicos en los recintos, parroquias, cantones, provincias, regiones y estados.

Los maestros con ese soplo divino de ternura y con infinita paciencia investidos de esa equidad salomónica, nos entregaron conocimientos científicos para moldear nuestra personalidad, con disciplina y con respeto al criterio ajeno; generosos con los más necesitados y físicamente aptos para la práctica de todas las disciplinas deportivas; y nos hicieron amantes de las diversas formas del arte.

Ustedes maestros de mi Patria y del mundo, son y serán verdaderos revolucionarios, enviados por Dios para moldear la arcilla inerte e ignorante y transformarla en hombres y mujeres inteligentes, preparados para enfrentar los desafíos de la vida.

Hoy 13 de abril del año 2015, por la gentileza de esta noble institución cultural y de este prestigioso medio de información colectiva, vengo a rendirles pleitesía en acto de estricta justicia a quienes revolucionaron los sentimientos y los pensamientos hasta transformarnos en elementos positivos para la sociedad en general, y para nuestras respectivas familias en particular.

Vosotros y vosotras ahora que los hilos de plata cubren sus cabelleras junto con otras personalidades de la docencia universal, nacional y provincial nos iluminaron y siguen iluminando con sus esclarecidas cátedras, que son lecciones de vida con lógica refulgente, y con ética y valores morales de sempiterna vigencia.

Loor y gloria para quienes revolucionaron de verdad nuestras vidas.