Pero la parte que me sedujo se encuentra levantando la tapa superior, que deja al descubierto un plato redondo y el correspondiente “pick-up”…¡para escuchar discos!
Apenas llegué a casa escogí el rincón de la sala, desempaqué, enchufé y corrí a reencontrarme con mis viejos discos de vinilo, porque yo soy de aquellos veteranos que se han negado tercamente a regalar o botar a la basura esas reliquias que, aunque no las usábamos ni les veíamos mayor futuro, eran parte de las mudanzas y quedaban guardadas celosamente en algún rincón a la espera de que alguien inventara, precisamente lo que yo acababa de comprar. ¿Verdad que usted tampoco tiró a la calle los discos que escuchaba cuando era joven?
Con emoción recorrí los sobres de cartón y allí estaban, resucitados, Louis Armstrong, Duke Ellington, Los Beatles, Toña la negra, Aníbal Troilo, Sosa, Edmundo Rivero y otros músicos y cantantes argentinos, pero también los Miño Naranjo, Benítez Valencia, Enrique Males y de pronto, asoma una carátula titulada “Atardecer Manabita”, en cuya placa Laurita Macías interpreta a su padre y a Constantino Mendoza con los guitarristas Lucho González, Naldo Campos, Bolívar Lara, Pedro Chinga y el Dr. Rodrigo Saltos.
La emoción se convirtió en escalofrío cuando releí la olvidada dedicatoria “al honorable periodista Señor Don bla bla bla” y en escaso espacio que quedaba, con la misma fina caligrafía, la firma y rúbrica: “Filemón Macías y Joza”. ¡El autor de “Rosales Mustios” y “Romance de la tejedora manabita” me había dedicado un disco y yo no me acordaba!
Entonces, algún lejano recuerdo se abrió paso. Efectivamente, yo estuve en casa de don Filemón, haciéndole una entrevista que se publicó en este diario porque me parecía que, ya viejo y casi ciego como estaba, la prensa local se mostraba indiferente con un compositor reconocido a nivel nacional y hasta fuera del país. ¿No decían que Ray Conniff había adaptado uno de sus pentagramas?
No hay más espacio pero ya me piqué. Volveré a abordar el tema de la música nacional.