Desde que falleció su esposo, hace 12 años, vive sóla en su casa de caña, cuyo interior está casi vacío por las escasas pertenencias que le quedan. La historia se registra en la entrada a la ciudadela Renato Burgos de Jipijapa.
“Yo no tuve hijos porque mi esposo me salió flojo, él tuvo tres mujeres y a ninguna nos dejó hijos”, dice esbozando una pequeña sonrisa.
En su mente guarda aquellos recuerdos de cuando se dedicaba a la agricultura. A sus 92 años las fuerzas ya no le permiten realizar esta actividad, se lamenta Justina. Conserva un horno de leña donde prepara sus alimentos. Con lo que cobra del bono y lo que le paga el seguro campesino se mantiene. Pide ayuda.