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Tradición
Camarón de oro

En aquellas sendas olvidadas, donde se caminaba en medio de bosques perfumados con aroma a ceiba, el frescor del algarrobo nos deleitaba con su agradable olor.

Domingo 29 Marzo 2015 | 04:00

Cuando nuestros antepasados surcaban aquellos senderos, caminando por tierras aborígenes,ahí se tejían leyendas, se contaban añejos relatos en medio de luciérnagas y chispas de fuego de la fogata que se instalaba en las noches antiguas, como aquellas leyendas que hoy se sacan de los tiempos idos.
El camino para llegar desde Portoviejo hasta Crucita era aquel que estaba por donde hoy es San José de las Peñas, es decir, rodando las faldas de aquellas pequeñas lomas. En esa gruta, donde hoy se levanta una Virgen, era el sitio obligado para abastecerse de agua, en aquel camino polvoriento y solitario.
Cuentan que en cierta ocasión tres jóvenes que conocían de la existencia del camarón de oro, que habitaba en una de las tres lagunas que se formaban con el agua que venía desde lo más profundo de aquel lugar, se fueron en su busca, sabiendo que los antiguos comentaban que éste era mágico, pues el lugar donde moraba estaba encantado. Ellos habían decidido ir a cazarlo, los acompañaba un perro, la mascota de uno de ellos.
Los pocos moradores de San José de las Peñas comentaban que los vieron partir hacia la gruta. En aquellos días no había ninguna Virgen, subieron aquella pendiente y, caminando junto al hilo de agua que venía desde las tres lagunas agua arriba, avanzaron hasta que llegaron a su destino. No había crecido la hierba sabanera, sólo llegaba hasta el tobillo, así, decidieron sentarse en ella y se acostaron mirando el cielo.
Eran ya las doce del día cuando vieron cómo con el brillo del sol y al tocar éste el agua, el camarón de oro y veinte camarones más idénticos saltaban en una de las tres lagunas. 
Aquellos adolescentes no sabían qué hacer, el perro que andaba con ellos estaba sereno, no ladraba, miraba el hermoso espectáculo; pero en ese instante uno de los muchachos, poniéndose de pie, entró a la laguna, en donde estaban los camarones de oro. Sus manos parecían anzuelos tratando de agarrar un camarón; al momento, los otros dos también se metieron a la laguna en precipitada carrera y con sus pies pusieron turbia al agua quieta...
Los moradores todavía recuerdan que las tierras se secaron, pero nadie se atrevió a volver a las tres lagunas donde quedó abandonado el camarón de oro, más adentro de donde está la Virgen de San José de las Peñas hoy en día.
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