Hay el rumor de que se va a acabar con la dolarización, que se está preparando condiciones para estar como en Venezuela, de que hay gran corrupción en la gestión pública, de que el presidente Correa está engañado y traicionado por su propia gente, de que hay mucha burocracia que no sabe la realidad y hacen “pendejadas”, de que hay confusión y equívocos en políticas gubernamentales, de que el parlamento se equivocó en el presupuesto y que se plantean leyes inadecuadas.
Lo señalado son algunas de las diferentes expresiones que escuchamos y señalan que hay necesidad de hacer un acto de sinceramiento y evaluación de lo que hace y que se dice desde el gobierno. Las marchas de protesta que se acaban de realizar deben ser interpretadas, no como un factor desestabilizador sino como un legítimo derecho que tienen ciudadanos de disentir, expresarse contra el régimen por cosas que no están bien.
En la coyuntura actual, que es grave por la realidad adversa de factores internacionales, el presidente Rafael Correa no puede dejar de prestar atención a las expresiones de la calle. Creemos que él está imbuido del ideal del bien público, de buscar servir a los intereses del pueblo; pero el desarrollo del país, el enfrentamiento de los problemas requiere de la contribución de todos.
Y de manera expresa, de la iniciativa privada, de los emprendedores, del capital nacional e internacional.
En un artículo anterior indicamos que debemos asumir una realidad de “economía de guerra”, y ello lleva implícito que está en juego el bienestar e intereses de todos, y que cada sector debe cumplir su papel.
Pero de manera integrada los unos a los otros y no los unos contra los otros, lo que por tal política Venezuela está ahora al borde del precipicio. Y ello es una mala lección que ni el presidente Correa, ni los sectores opositores desean que ocurra en el país.
Hemos escuchado en la calle el reconocimiento, respaldo a la trascendente obra que ha realizado el presidente Correa; pero también se nos ha dicho que no están de acuerdo con la forma de ser contra los que disienten con él. Consideran que la dureza que usa en calificativos no corresponde a la brillante inteligencia, humanismo que lo caracteriza.
Las quejas, rumores y miedos que hemos expresado se combinan con orgullo que sienten con su presidente, porque consideran que ahora el país tiene un prestigio, una vinculación con el mundo internacional, que antes no se tuvo y reconocen que ahora hay orgullo en ser ecuatoriano.