No pertenecen a entidad alguna y son producto de esa necesidad por trabajar que los hace mantenerse en las calles para sobrevivir con las monedas que le entreguen por su cuidado.
Algunos los tachan como problema porque se han apropiado de sectores en los que para estacionarse, a pesar de ser públicos, se siente la obligación de pagar.
En centros urbanos como Portoviejo y Manta son más comunes y numerosos, constituyéndose en parte de la vida diaria de la comunidad, incluso cuando se cuenta con ordenanzas para la ocupación de las vías públicas, como en los casos de Guayaquil y Manta, por ejemplo.
Sin embargo, si bien el estado de inseguridad que se siente en las poblaciones facilita la aceptación a su presencia, no es menos cierto que debe regulársela dándole cierta formalidad para consolidar su labor.
Entonces, bien hace la Policía, en el caso de Quito, en organizar y luego capacitar a 450 cuidadores de vehículos en temas de seguridad, sobre todo para evitar robos tanto a personas como a vehículos.