“Allí hay muchas historias. Apariciones de muertos, pero también muchos problemas por la inseguridad”, comenta Loor.
Según el guardia, cuando le tocaba hacer rondas en horas de la noche de pronto se aparecía un gato negro que rondaba por todo el lugar y cuando intentaba espantarlo, éste se convertía en una gran llamarada que cegaba a cualquiera que se interpusiera y luego desaparecía. “El gato solo era una de las apariciones. Por allí hay madres que han perdido a sus hijos y regresan a buscarlos y personas que fueron asesinadas y aún sus almas andan vagando en busca de justicia”, dice Loor.
Él indica que las apariciones de muertos no lo intimidan. En el cementerio hay algo peor, dice, y es que en los tiempos en los que trabajaba allí, el lugar era una guarida de delincuentes y él tenía que hacer algo para enfrentarlos.
“Recuerdo una vez que encontré a unos hombres robándose los féretros de una mujer y su hija y les llamé la atención y lo comuniqué a la Policía”.
Loor menciona que aún labora como guardia de seguridad, pero ahora en otra parte de Portoviejo; en pocos años espera jubilarse y vivir tranquilo.