Actualizado hace: 936 días 13 horas 1 minuto
Alfredo Saltos Guale
Centralidad agrícola

Con la frase que encabeza esta nota se quiere significar la trascendencia que corresponde a la agricultura y con ella a la ganadería, acuacultura y pesca, concepto que ahora se amplía a toda la ruralidad, es decir a lo no urbano, constituyendo un bloque de inmenso poderío en lo económico, social y, potencialmente, de mucho peso político, que hasta ahora no identifican y procesan los líderes de nuestra sociedad. Sólo el hecho de ser el origen de los alimentos que garantizan la supervivencia de la humanidad, motiva una especial preocupación al Estado en su conjunto, sumada a la realidad de que el 30 % de la población económicamente activa de la nación radica y labora en ese espacio.

Sábado 28 Febrero 2015 | 04:00

 Estas razones y otras, que anteriormente hemos destacado, obligan a la colectividad a reconocerle el sitial y valor que le corresponde. 

Razón tuvo nuestro auténtico revolucionario liberal Don Eloy Alfaro Delgado cuando, como Jefe Supremo en su mensaje a la Convención Nacional, en 1896, dijo “la agricultura, hoy por hoy, constituye la verdadera riqueza de la nación, y, por consiguiente, merece leyes que le presten apoyo y fomento”, las cuales deben asignar recursos suficientes y permanentes que permitan su crecimiento. Recientemente el papa Francisco destacó el rol de la agricultura al punto que expresó que no se concibe a la  humanidad sin ella, resaltando al cuidadoso cultivo de la tierra como una acción amorosa que no la deteriore ni la esquilme, que la conserve debidamente, que no la desvíe de su noble misión de nutrir al mundo y reivindicó el papel central que cumple en lo económico, a la par que se constituye en la fuente única de subsistencia para millones de personas de todos los continentes.
Desde una ubicación política y filosófica  diferente, el Comité Central del Partido Comunista de la República Popular China, luego de aprobar un nuevo plan quinquenal, declaró que el poderío chino dependerá de la fortaleza agrícola e invertirá muchos recursos en investigación a efectos de aumentar la productividad de sus campos, para que rindan cosechas sanas que no contaminen y suplan las necesidades  de alimentos que demanda su astronómica población, al punto que invertirán en territorios no chinos para cubrir sus deficiencias, acompañadas de reglas que garanticen la rentabilidad de los campesinos.
En definitiva, desde todos los ángulos del pensamiento filosófico y político se consagra el valor del sector agrícola, que debe ser la fibra primigenia que pulse los planes de los futuros gobernantes en la esperanza de que el próximo presidente tenga conciencia campesina.
 
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