Santiago Piloso cuenta que todos los días sale desde las 05h00 desde el sector Cárcel de Montecristi en su camión con 1.500 ladrillos para expenderlos en Jipijapa, pero asegura que hay días en que llega a vender sólo 500 ladrillos. “Todos los años por esta fecha las ventas bajan”, dice preocupado.

Crédito. Mientras esperaba sentado en la acera a que llegue algún cliente, Pedro Anchundia dice no saber qué hacer, ya que tiene que cancelar un crédito que realizó para fabricar ladrillos y abastecerse en esta temporada, pero ahora no tiene para pagar porque las ventas son bajas.

Él, quien llega desde el sector de Las Lagunas de Montecristi, agrega que tiene que esperar hasta tres días para vender los mil  ladrillos entre “maleta” y “burrito” que lleva.

Su esposa María Anchundia señala que el negocio ya no es muy rentable, pues apenas les sirve para subsistir y pagar el estudio de sus dos hijas menores de edad.

“A veces hasta dejamos el carro guardado para no regresarnos con el ladrillo”, dice doña María, quien junto a su esposo se dedican a esta actividad desde hace unos ocho años.

Precios.  ¿Cuánto cuesta el millar? es la pregunta de un interesado, quien al recibir  la respuesta de 120 dólares se marcha bajo la mirada de los vendedores. 

“Esto sucede todos los días, la gente sólo viene a preguntar”, dice don Pedro.