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Manta
Verónica, la joven con ictiosis que no se puso límites

El martes Verónica Castaño mostró su mayor sonrisa mientras una capa cubría sus hombros.

Jueves 26 Febrero 2015 | 10:00

Estaba muy feliz porque en ese momento estaba cumpliendo un sueño: incorporarse como licenciada de Servicios Gerenciales, en la Universidad Eloy Alfaro.   
Lo hizo con una calificación de 19 puntos, mérito que logró en los ocho semestres de estudio (cuatro años).
Pero no es el puntaje lo que hasta ahora la tiene feliz, sino haber logrado lo que quería, lo que soñaba y lo que otros, tal vez, no creían que alcanzaría, argumentó. 
Castaño sufre de ictiosis (enfermedad cutánea que provoca que la piel se vuelva seca y escamosa), y es ésta una de las razones por las que ella se considera un ejemplo de superación, aunque el camino aún es largo, añadió. 
Ayer Castaño contó todo el camino que desde pequeña debió recorrer para lograr uno de sus sueños.
DESDE PEQUEÑA. Ella dijo que tuvo una familia que nunca la aisló en casa por su problema de salud. 
“Al contrario de todo, mi mamá siempre me sacó a la calle, me llevaba a todas partes, y creo que eso me ayudó a perder el miedo en la sociedad, me ayudó a ser fuerte y no debilitarme por la discriminación”, contó. 
En la escuela y colegio pasó por duras etapas, porque sí fue discriminada en varias ocasiones, pero su mamá, Flor Castaño, le enseñó que no debía rendirse ante nadie. 
“Mi mamá ha sido mi fuerza para seguir, siempre me ha dicho que avance, que no me detenga, que una vida es dura y de esfuerzos”, relató.
Así fue que esta mujer de 30 años empezó a conocer las palabras de su madre. 
Cuando llegó el momento de acudir a la universidad, lo pensó mucho. La idea de ver a cientos de jóvenes de todas partes en este centro de estudios la cohibía, al pensar que podría sufrir de burlas o ser discriminada por su piel. 
Al final se llenó de valor y decidió ingresar a la carrera de Hotelería y Turismo, pero una oportunidad de trabajo en la Aduana la obligó a cambiar de carrera. 
Durante sus estudios universitarios, Castaño dijo que sólo una vez sufrió discriminación, aunque el asunto no pasó a mayores. 
“Ya con el tiempo empecé a tener muchos y buenos amigos. Es que soy igual a ellos, soy divertida, me gusta la música, bailar, salir, me gusta la playa, conversar. Soy igual que todos”, indicó. 
De los amigos que ella habla están los que en distintas ocasiones le ayudaron con libros y copias de estudios. 
Castaño confesó sentirse más agradecida que lastimada, porque en su vida de escasos recursos económicos hubo mucha gente que le dio la mano.   
OTRO SUEÑO. A la graduación de la joven acudieron sus primos, tías, abuelos, y la que no podía faltar: Flor, su madre. 
Recordó que ese momento fue emocionante, pero que agarró mucha fuerza para no llorar tras ver lo feliz y orgullosa que Flor estaba. 
Ahora Castaño sólo espera el título para, de manera oficial, ser licenciada. 
Mientras tanto, busca trabajar para ayudar a su madre, a quien hace cinco años los médicos le cortaron dos centímetros de lengua por un cáncer, enfermedad por la que ambas aún luchan.  
Flor trabaja de empleada doméstica y Verónica aún busca empleo. 
Aunque la joven se ayuda con el bono de 240 dólares que le entrega el Gobierno por discapacidad, ella desea trabajar porque, argumentó, ese dinero no cubre los 300 dólares que al mes gasta en sus medicinas para tratar la ictiosis.
Castaño tiene fe en que la llamen del municipio. Es que hace varios meses ella entregó su carpeta en el cabildo en busca de trabajo. En ese momento, aseguró, le prometieron que la llamarían, pero aún espera. 
El otro sueño de esta joven es crear una fundación en Manta para personas que sufren de la misma enfermedad que ella. 
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