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Los amigos de la playa
Los amigos de la playa
Por: Ricardo de la Fuente

Martes 24 Febrero 2015 | 04:00

El punto de encuentro es, generalmente, el espigón portuario donde Alfredo Villavicencio (a quien Dios ha de ayudar, porque es el que más madruga) aguarda al resto pegando unas cortas carreritas hacia adelante y atrás. Allí confluimos con Osvaldo Ramos y tras los saludos y una breve espera, iniciamos la marcha conjunta, playa abajo hacia Basbasquillo.

Apenas hemos recorrido 50 metros cuando se nos suma César  Molina y ya somos cuatro. Nazario Cedeño llega tarde porque ayer se fue a Santa Ana y pretende que demos la vuelta para empezar de nuevo, pero no es posible porque más adelante viene a nuestro encuentro Roger Chávez, que como todo aristócrata camina acompañado de su asistente personal. Por algo le dicen “el Niño”… Ya vamos por mitad de la playa cuando asoma Vicente Chávez, que parece reconcentrado en profundos pensamientos. Mentira, está escuchando la radio, que desconecta para saludar en una jerga cubano-portorriqueña que se le pegó al cabo de treinta años de vivir en Nueva York.
Precisamente allí, en la gran manzana, están visitando a familiares y amigos otros dos “cholo boys” miembros del elenco: Rafico Ramos y Juan Rodríguez, pero sólo están de licencia, porque cuando regresen se meterán dentro de sus calentadores para reintegrarse a las caminatas matutinas.  A veces estamos todos juntos, ya que la gallada playera estaría incompleta sin Carlos Cevallos, la agringada presencia de Enrique Alvarado, las inacabables anécdotas choneras de Daniel Vélez o el lenguaje florido de Kike Vega, por citar a los semi-presenciales, que alternan la playa con otros deportes extremos.
Como todos hemos sobrepasado los 50 años, algunos más largamente que otros, los temas de conversación no faltan jamás y se basan, por lo común, en los recuerdos personales de cada uno, pero nada se nos escapa: la política (de la región, el país y el mundo), la religión, los deportes, el trago, los negocios,  la salud, las mujeres y a veces también nos vamos de cachos, todo ello sin dejar de caminar al menos una hora mirando el mar y sus surfistas, aguajes, barcos, ballenas distantes, delfines que a veces  muestran sus lomos relucientes y las brazadas que a la distancia dan Wolf, Paúl, Wacho y Eliseo, cuarteto de tritones que le disputan sus predios a Neptuno. Así empiezan nuestras jornadas, con una hora de caminata playera que no sólo fortalece las piernas y el corazón, sino la sólida amistad… y las flexibles lenguas, no vamos a negarlo.
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