En el caso puntual de las relaciones familiares (específicamente en el trato padre e hijo), el uso de buenos términos y una óptima comunicación conllevan al adolescente, joven o menor, a transformar su vida cuando está en una etapa de incomprensión.

 

 TESTIMONIO. María es una madre manabita  de 32 años. Recuerda que tiempo atrás no tenía una buena comunicación con su hijo menor de 13 años.

“Sus constantes berrinches, el actuar desordenado y despistado, me llevaban a tratarlo con términos hirientes y clasificaciones como ‘eres un estúpido y rebelde’, ‘eres un burro’, ‘nada puedes hacer, solo darme trabajo’,  y eso no estaba bien”, comenta. 

Esta madre menciona que en su anhelo de querer el cambio de su hijo, nunca pensó que al usar estas palabras “lo ataba más” a una realidad negativa.

Sin embargo, un día María fue aconsejada por su hermana, quien le enseñó que la mejor manera de guiar a su hijo y confrontarlo cuando actuaba mal, era hablando con calma y sobre todo usando palabras edificativas que lo lleven a un mejor estado. 

“Esta terapia y práctica es muy eficaz y me ayudó”, recomienda María.

 

 ÓPTICA PROFESIONAL. Los psicólogos educativos Jhimmy Gutiérrez y Norma Cedeño hablan del tema y coinciden en que el proyectar actitudes positivas ante conflictos  “genera reacciones positivas”.

“En toda relación debe imperar la comunicación y la comprensión, mas no los malos determinantes. El poder de las palabras es un condicionante para el cambio o la destrucción. Por ello los padres deben aprender a canalizar todo lo que se pronuncia”, señala el especialista Gutiérrez.

 

 CONSEJOS. “En el caso de las relaciones en familia se debe manejar un idioma formativo, no herir con juzgamientos y  desarrollar la armonía”, aconseja la psicóloga Cedeño. 

Además, recomienda persuadir con la palabra al menor conflictivo.